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Policías y la muerte: relación de respeto

Foto(s): Cortesía
Esteban Marcial


Cuando Carmen se enroló en las filas de la Policía Estatal, hace más de 20 años, no imaginaba que tendría un contacto cercano con la muerte, no soló por riesgo de su trabajo, sino por los hechos sangrientos a los que tuvo que asistir como elemento de esa corporación.


En su mente, sigue vivo el momento en que acudió a un domicilio de Cuilápam de Guerrero, donde se había reportado un suicidio.


“Eran mis primeras semanas en el trabajo. Desde el momento en que reportaron que una mujer se había quitado la vida, comencé a sentir algo raro, un escalofrío. Lo relacioné conmigo, me puse a pensar cómo mientras yo buscaba un trabajo para superarme, una mujer se quitaba la vida”, cuenta.


Durante 30 minutos que tardaron en llegar al domicilio, todo el tiempo iba pensando en la mujer, que si tenía hijos, esposo o qué pasaría con su familia.


Una vez en el domicilio, estuvo a punto del desmayo al observar a la mujer “colgada” de una viga con una venda atada al cuello y cerca de ella dos de sus hijos, de entre 3 y 4 años de edad.


“La mirada de esos niños me partió el alma, los dos estaban junto a su madre sin saber que ella ya había muerto”.


Respeto ante la muerte


Al ser uno de sus primeros servicios con personas fallecidas, Carmen aún recuerda esa escena. Ahora lo cuenta sin ningún problema, pero en su momento, tardó varios meses en superarlo, incluso, acudió con un sacerdote para poder desahogarse.


En la actualidad, ha dejado el trabajo de policía, pero su esposo y un sobrino trabajan como policías. El consejo para ellos es actuar con respeto ante una persona que acaba de encontrarse con la muerte, ya sea de manera voluntaria o trágica.


“Con el tiempo te vas acostumbrando y se vuelve algo común llegar a servicios con personas fallecidas. Me tocó ver cuando familiares regañaban a los suicidas, incluso los abofeteaban para que se ‘fueran en paz´”, relata.


Decenas de policías muertos


En 1986, Juan C. tenía algunas semanas como elemento de la Policía Judicial. Él, como muchos policías, recuerdan el mes de febrero de ese año, cuando más de 15 policías, de la Policía Estatal y de la Policía Judicial fueron asesinados en San Baltazar Chichicápam, Ocotlán de Morelos.


“Yo era un chamaco, esa vez fue la primera que acudí a un levantamiento. Pero no era cualquiera, de hecho fue un operativo de búsqueda y rescate de nuestros compañeros, que habían sido asesinados”, indica.


Un sentimiento extraño se apoderó de él cuando localizaron el primer cadáver. Se trataba de uno de sus compañeros, de quien se había despedido dos días antes, cuando partió al operativo.


Al ser su primer levantamiento y tratarse de uno de sus compañeros, Juan C, cuenta que pudo confirmar lo riesgoso que era el trabajo de policía.


“No podíamos creerlo, nuestros compañeros habían sido asesinados son saña. La impotencia se apoderó de todos los que íbamos en ese operativo y sabíamos el riesgo que corríamos. Me acuerdo que levantamos el primer cuerpo y caminamos varios kilómetros, hasta donde se encontraba la camioneta para poder continuar con el traslado”.


Ver de cerca la muerte, a través del crimen de sus compañeros, lo reafirmó en su decisión de trabajar como policía, aunque esos crímenes lo marcaron para siempre.


Durante los 5 años que perteneció a la Policía Judicial, fue comisionado en la zona de la Cuenca y la Costa.


Morir en el mar


Otro hecho que recuerda, es el día en que acudió a una de las playas de Puerto Escondido a recuperar el cadáver de un turista que había sido arrastrado por las olas.


La persona prácticamente fue “tragada” por el mar, ya que éste arrojó el cuerpo tres o cuatro días después.


“Recuerdo perfectamente que el cuerpo en sí fue rescatado por los elementos de la Marina, pero nosotros debíamos ir con el Ministerio Público. El cuerpo del turista estaba putrefacto, pese a que tenía pocos días de haber fallecido”.


Por las prisas, cuenta Juan C, al tratar de levantar el cuerpo, los trozos de piel se quedaron en sus manos.


“Fue algo muy raro, se mezcló el asco con el temor. Me dio un sentimiento como si el fallecido me quisiera llevar. Ese sentimiento lo tuve por meses, luego poco a poco desapareció. Lo del asco aún me da cuando lo recuerdo, pero ya no tanto como en esos días”, aclara.


Asesinada a machetazos


El otro acercamiento lo tuvo en Loma Bonita. Una mujer de al menos 19 años de edad fue atacada a machetazos por su exnovio, quien actuó así porque presuntamente observó que otro joven la había besado y ella le correspondió.


“Estábamos cerca del lugar, fuimos y al ver a la mujer tendida pidiendo ayuda, la tomé por la espalda para que pudiera respirar. En ese momento descubrí que tenía una impresionante lesión en el cuello, que sumada a otra herida en el abdomen, le provocaron la muerte en el lugar”, cuenta, al mismo tiempo que su rostro cambia al recordar ese momento.


“Prácticamente, la joven murió en mis brazos. Al contrario que en las otras ocasiones, esa vez me sentí tranquilo, ya que traté de auxiliar a la joven, pero por la gravedad de sus heridas, ya no pude hacer nada”.


Buscas la muerte


David es policía municipal, hace varios años también formó parte de la Policía Estatal.


Uno de sus primeros servicios con personas fallecidas fue en el bar Centenario ubicado en el centro de Santa María El Tule.


En ese lugar, un taxista había sido asesinado por un comandante de Tránsito del Estado (ahora Policía Vial Estatal).


Junto al cuerpo, relata, quedaron esparcidos los envases de cerveza y otras bebidas.


“Me tocó sacar el cuerpo, ya que fuimos en apoyo del Ministerio Público y lo trajimos al anfiteatro de la Cruz Roja”.


“Recuerdo que cuando cargaba el cuerpo hacia la camioneta, una mujer de edad avanzada, al parecer familiar del fallecido, lo alcanzó y comenzó a regañarlo”, dice.


“Tú te lo buscaste, si hace rato estabas en la casa y nomás saliste para encontrarte con la muerte; anda hijo, vete en paz, ya descansa, repitió al menos tres veces, al mismo tiempo que le hacía la señal de la cruz en su rostro”, cuenta.


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Para no olvidar


Cuando un policía tiene una sensación “extraña” durante un levantamiento, sus compañeros le recomiendan que se fume un cigarro.


Otros, le piden que hable al fallecido y le pida permiso para rescatarlo y trasladarlo.


Unos confiesan que hay levantamientos que los marcan, que los recuerdan a todo momento; por ello, acuden a darse una “limpia” y retirar esos espíritus.

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