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Donají: agua para privilegiados

Foto(s): Cortesía
Redacción

La crisis por el agua pega también a los privilegiados, pero más a los excluidos. En algunas zonas de la capital, si bien no abunda el vital líquido, sus moradores no se quedan sin el valioso recurso… excepto los avecindados.
Donají es una de las 13 agencias de Oaxaca de Juárez, situada en la parte alta al norte de la capital. En muchos casos aún se rige por los llamados usos y costumbres, como es el caso del uso del tequio.
Y sus habitantes, en su mayoría ejidatarios, son privilegiados porque cuentan con al menos dos estanques para almacenar el agua potable, y dos pozos profundos, uno de ellos construido recientemente.
De acuerdo con los directivos del sistema de agua, prácticamente no tiene problemas con el surtimiento del vital líquido, aunque lo racionan debido a la temporada de sequía.
Pero sí hay excluidos. Media decena de familias aún tiene que abastecerse comprando pipas, otras más se surten de un manantial que está a las faldas del cerro de San Felipe del Agua; y otros, tendrán que pagar hasta cinco mil pesos para que les permitan una toma de agua potable.


En jauja


Antonio es un vocal de la agencia municipal, que colinda con San Felipe del Agua y el municipio de San Andrés Huayápam.
Con sus compañeros supervisa los dos tanques de almacenamiento ubicados a unos metros del llamado Libramiento Norte, a fin de conocer la cantidad del recurso que les queda y así suministrarlos a la localidad, conformada únicamente por la cabecera.
Explica que el año pasado les fue apoyado por la autoridad municipal con la construcción de un pozo profundo, así como un nuevo estanque, adjunto al anterior, a fin de recaudar más agua que permita surtir a unas mil familias que pueblan la agencia.
No obstante, aun así es insuficiente. Si hasta hace pocos años surtían cada dos días a la semana por tres horas, hoy lo han limitado a dos horas a la semana y por sectores.
Manejan su propio recurso, sin depender del organismo operador Servicios de Agua Potable y Alcantarillado de la Ciudad de Oaxaca (Sapao), por lo cual pueden disponer del líquido acorde a las necesidades.
Aunque, refiere, también las fuentes de abastecimiento han disminuido, como es el caso de un arroyo que baja del cerro de San Felipe y cruza por el asentamiento.
Por ello, han tenido que dividir las calles por sectores, para dosificar el líquido; inician por la Francisco I. Madero, siguen por Venustiano Carranza, García Vigil, Álvaro Obregón y Ojito de Agua.
El directivo expone que el comité lo encabeza Fortino Arango, quien ha realizado un trabajo adecuado para optimizar la distribución del vital líquido.


Los excluídos


Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas. Por lo menos no en la prolongación de Álvaro Obregón, donde varias familias aún tienen que pagar por el servicio, pues al tener situadas sus viviendas en la parte de arriba de los estanques, el líquido no llega.
Con su bebé en brazos, Úrsula explica que tres veces por semana, junto con su familiar, tienen que comprar dos tambos de agua, de 200 litros cada uno, para poder cubrir las necesidades de la familia.
El hogar donde renta es de una persona avecindada, que recién pagó cinco mil pesos para tener derecho a una toma de agua potable.
La mujer detalla que no podían tener acceso a ese servicio; primero, porque el comité del agua anterior ponía una serie de trabas, y segundo porque no había forma de llevar el agua por gravedad.
El año pasado, además del estanque que se construyó, la autoridad auxiliar gestionó la colocación de un tanque metálico de almacenamiento, en la parte alta del Libramiento Norte, desde el cual bajará a esa calle como a la de Ojito de Agua, asentada junto al arroyo.
Mientras tanto, Úrsula tendrá que seguir desembolsando dinero para comprar tambos de agua, que minan la economía familiar, pues su marido apenas si gana dos mil 500 pesos a la quincena.


Dependen del río


Cerca de esa casa vive Sandy Matías, en la misma prolongación, quien en algunas ocasiones también tiene que comprar el vital líquido.
Sin embargo, al vivir cerca de un manantial del arroyo que baja del cerro, puede surtir su domicilio a base de una bomba, con lo cual resuelve su necesidad de agua.
Su padre, Juan Matías, vive todavía más arriba, en un montículo, y tiene que repetir la operación, líquido por ahora sucio que utiliza para necesidades secundarias.
Sandy es originaria de Donají. De pequeña, cuenta, vivió la abundancia del río; las llaves de agua se colocaban en las esquinas de las calles, donde cualquier persona podía tomar el líquido; las familias acudían al afluente a lavar su ropa, a traer agua para otras necesidades, a llevar a los animales de traspatio a alimentarse. Hoy, el panorama es distinto.
“No nos hemos podido conectar a la red de agua potable; primero, porque todavía tomamos del arroyo, que jalamos con una bomba; segundo, porque debo algunos tequios a la comunidad y una vez que los pague, entonces me autorizan.
“Mientras tanto dependemos del río, aunque ya trae muy poca agua; lamentablemente no tenemos conciencia porque muchas familias ahora tiran sus desechos y queda muy contaminado”, dice.
Así que los excluidos por el agua pronto podrán conectarse a la red formal; los originarios, siempre y cuando estén al corriente con los pagos y tequios de la comunidad.
Los avecindados, si cuentan con los cinco mil pesos que cuesta la autorización, además de cumplir los otros requisitos que señalan los usos y costumbres.

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