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El músico soñó que pactaba con el diablo y componía una sonata inmejorable

Foto(s): Cortesía
Redacción

Existen casos en que la inspiración recorrió terrenos más oscuros, donde el mismo diablo podía ser quien inspirara al artista a escribir una obra genial.

 

Fue el caso, al parecer, del famoso músico italiano Giussepe Tartini (1692–1770), autor de la célebre pieza conocida como “El trino del diablo” (“il Trillo del diavolo”, en su italiano original), una sonata para violín en sol menor (acompañada por un bajo continuo), famosa por el gran virtuosismo y destreza técnica que exige del intérprete.

 

 

Giuseppe Tartini, nacido en 1692 en Pirano, perteneciente a la entonces República de Venecia (hoy se encuentra en Eslovenia), es considerado uno de los mejores violinistas de la historia de la música, tanto por su virtuosismo con el instrumento como por la innovación de sus composiciones.

 

 

Y, según él mismo relató, cuando tenía 21 años y se encontraba recluido en el Convento de San Francisco en Asís, Italia -escondido del Obispo de Padua, pues había sido acusado de secuestrar a Elisabetta, la joven mujer con la que se había casado y que era protegida del Cardenal-, una noche el diablo se le apareció en sueños pidiéndole ser su sirviente, a cambio de que el músico le vendiera su alma.

 

 

Pacto con el diablo

 

 

Tartini aceptó la propuesta y desafió al príncipe de las tinieblas a tocar una melodía romántica para él con su violín, creyendo que éste sería incapaz de afrontar semejante desafío.

 

 

El demonio, entonces, tomó el violín y comenzó a tocar con tanto virtuosismo que Tartini sintió que le faltaba la respiración, hecho que, según relató, lo obligó a despertar. La historia de este encuentro la relataría el mismo Tartini en el libro que escribió su amigo Jérome Lalande, “Viaje de un francés por Italia” (1765 – 66): “Una noche, en 1713, soñé que había hecho un pacto con el diablo a cambio de mi alma.

 

 

Todo salió como yo deseaba: Mi nuevo sirviente anticipó todos mis deseos. Entre otras cosas, le di mi violín para ver si podía tocar. ¡Cuán grande fue mi asombro al oír una sonata tan maravillosa y tan hermosa, interpretada con tanto arte e inteligencia, como nunca había pensado ni en mis más intrépidos sueños! Me sentí extasiado, transportado, encantado: Mi respiración falló, y desperté. Inmediatamente tomé mi violín con el fin de retener, al menos una parte, la impresión de mi sueño.

 

 

 

 

 

 

 

 

¡En vano!

 

 

La música que yo en ese momento compuse es sin duda la mejor que he escrito, y todavía la llamo el ‘Trino del diablo’, pero la diferencia entre ella y aquella que me conmovió es tan grande que habría destruido mi instrumento y habría dicho adiós a la música para siempre si hubiera tenido que vivir sin el goce que me ofrece”.

 

 

La mejor de toda su obra “El Trino del diablo” o “Sonata del diablo” se convertiría en el mayor éxito en la carrera musical de Giuseppe Tartini -primer propietario conocido de un violín de Stradivarius, impulsor de la moderna técnica del arco y gran teórico de la música y la armonía-, y que aún hoy fascina por su tremenda belleza y complejidad de ejecución.

 

 

Tartini también se haría famoso por ser el descubridor del “sonido de Tartini” o “i il Terzo suono”, el tercer sonido o nota adicional que se escucha al tocar dos notas simultáneamente y que corresponde a la diferencia entre las frecuencias de generación entre las dos notas tocadas. Musicalmente, “El Trino del diablo” parece recrear la propia historia de Lucifer, el ángel caído que tras conocer las delicias de los valles del cielo, movido por su gran orgullo se rebeló contra Dios, arrastrando consigo en su rebelión a un tercio de las huestes angelicales, siendo finalmente derrotado y condenado a las tristes regiones del infierno.

 

 

Por ello, la sonata comienza primero con ternura y dulzura al principio, evolucionando posteriormente hacia un mayor arrebato y agitación en el segundo y tercer movimiento. El último movimiento, en tanto, se caracteriza por un gran vigor, concluyendo en un final emotivo.

 

 

La célebre pieza

 

 

Los pocos violinistas que han logrado tocar el “Trino del diablo” deben lidiar con una gran exigencia técnica, especialmente en el último movimiento de la pieza, donde el intérprete debe tocar trinos con una cuerda mientras acompaña con una melodía en el resto de cuerdas (en música se llama trino a la alternancia rápida de dos notas separadas por el intervalo de un tono -de una segunda mayor- o un semitono -una segunda menor). 

 

 

Curiosamente, Giuseppe Tartini, reconocido músico y compositor,  cuyo cadáver -y el de su esposa Elisabetta- desaparecieron misteriosamente de su tumba tras su muerte, fue el mayor exponente del violín hasta la posterior llegada del músico italiano Niccolò Paganini (1782-1840), quien, según la leyenda, se habría convertido en el mejor violinista de la historia después de hacer un pacto con el diablo.

 

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