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Ejutla: andanza a pies de cuero

Foto(s): Cortesía
Citlalli López Velázquez

Guardianes en un oficio que languidece, los maestros huaracheros Francisco y Álvaro Vázquez, como muchos otros en Ejutla de Crespo, marcaron las andanzas de la población a pies de cuero.   


Además de ser popularmente conocido por el colorido y la alegría que desprende el jarabe ejuteco, el lugar en donde “abunda el ejote”, es cuna del huarache, calzado característico de los pueblos de Oaxaca y fundamental dentro de las delegaciones que se presentan en la Guelaguetza.


"Mi destino era ser huarachero"


Francisco toma un manojo de tiras de cuero, las sumerge en agua y luego las tiende al piso para comenzar la labor. Acomodado un un banquito de madera, pone en su regazo la suela de cuero sobre la cual hilvana. Con la agilidad que le permiten sus manos, clava con firmeza el cuchillo. Entre los orificios va cruzando la tira, una, dos, tres veces sobre distintos puntos.  


La labor, recuerda, llegó a su vida como si estuviera marcado aquello como destino. “Antes de hacer huaraches me hice mis huaraches, a mi entender, pero yo me los hice. Gracias a eso comencé en el oficio”, explica con orgullo a 40 años de aquél primer acercamiento.


Francisco tenía 12 años. Las riendas de los huaraches que calzaba se habían reventado de tanto uso. La necesidad y la falta de dinero lo llevaron a idear la manera de reparar su calzado. Fue a uno de los talleres, compró una tira de cuero y renovó su calzado.


“El huarache me lo habían comprado en el mercado y como todos, por el uso se acabó. Nosotros no teníamos dinero, me compré dos cintas y las fui enredando. El maestro huarachero me los vio y me dijo: 'oye, tú naciste para ser huarachero'. De ahí hasta la fecha estoy en esto y yo digo que así me voy a morir”.


En peligro de extinción


En los años 70, grandes talleres de huarachería dominaban en Ejutla de Crespo. El producto tenía tal demanda que era exportado hacia Estados Unidos en un modelo conocido como turista. En ese entonces, el oficio vivía su época de bonanza.


El huarache elaborado en Ejutla era de la más alta calidad, pues incluso las suelas eran cien por ciento de cuero. Un día, la exportación se paralizó y los talleres comenzaron a languidecer. “Sobrevivimos seis talleres, todos familiares”, precisa Néstor, hijo de Álvaro y quizá la última generación de huaracheros en esta familia.


El taller de la familia Vázquez existe desde hace 40 años. La variedad de modelos es muy amplia como el público que los ha comprado. “En una ocasión llegaron unas personas que eran de Iztapalapa y se llevaron un par de huaraches que eran como tipo romanos. Cuál fue nuestra sorpresa que les gustaron tanto que nos pidieron más y eran para calzar a los romanos en la representación de la pasión de Cristo de Iztapalapa”, recuerda Álvaro.


Para la familia, uno de los máximos orgullos es calzar a las delegaciones que asisten a la Guelaguetza, pues en estos talleres es donde nace el calzado de los danzantes de pies ligeros, aquellos que entre brinco y brinco despiertan ovaciones.


Derroche de cultura


Pero además de la huarachería y de compartir su cultura expresada en un cuadro dancístico, Ejutla de Crespo se disfruta en un delicioso bocado de salchicha y en un complejo bordado que en nombre lleva el reto “hazme si puedes”, adoptado de San Vicente Coatlán, comunidad vecina.


Ejutla de Crespo es una estampa multicolor bañada en sol, una plaza que derrocha algarabía, un mercado saturado del exquisito aroma de carne ahumada, pan de yema y amarillo; es un paseo sobre la tierra del sacerdote independentista  Manuel Sabino Crespo.


Ejutla, en la Guelaguetza


En este 2019, Ejutla de Crespo cumplirá 85 años de presencia en la máxima fiesta de Oaxaca. El nacimiento de la delegación ejuteca ocurrió en 1934, bajo la dirección de Carmen Morales García, quien se desempeñaba como trabajadora de gobierno.


La historia recopilada en el libro “Crónica Visual de Ejutla de Crespo” de Marisa Pertierra Altamirano, señala que doña Carmelita Morales creó y propuso el traje que representó a la delegación de Ejutla de Crespo en 1934, en la otrora Rotonda de las Azucenas en su primera participación, dos años después de establecido el homenaje racial.

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