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Consultorio del alma. Cuenta conmigo: Psicoanálisis, política y ciudadanía

analisis
Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

 

La era de la posverdad

Se suele pensar en la verdad como un valor fundamental para el progreso humano, pero las verdades universales son privilegio exclusivo de las ciencias exactas. En el plano de lo social, se nos ha impuesto la idea de que la verdad es relativa. En los últimos años, se ha identificado un fenómeno que ha puesto en jaque la credibilidad de los medios de comunicación: la posverdad. Se trata de un concepto que define la situación en la que los hechos objetivos tienen menos influencia que las emociones y las creencias personales a la hora de formar la opinión pública.

Plataformas vs. medios

La posverdad ha encontrado un caldo de cultivo en la proliferación de las plataformas digitales, que permiten la difusión viral de información que no requiere ser verificada. En ellas, la polarización política —que enfrenta intereses y valores irreconciliables— y la desinformación —que busca engañar o confundir a la audiencia— campean a sus anchas.

En estas plataformas, hasta cierto punto independientes, algunos creadores de contenido ofrecen a sus seguidores el reforzamiento de sus prejuicios y convicciones. En este contexto, los medios de comunicación, portavoces de los intereses de las élites de las que forman parte sus propietarios, se ven obligados a competir por la atención de los usuarios, con estrategias cada vez más emparentadas con el entretenimiento, recurriendo al sensacionalismo, la exageración o la distorsión de los hechos, en el afán de generar emociones fuertes y reacciones virales.

Cada quien su verdad y su engaño

Así, nos encontramos con que cualquier conflicto de interés público puede presentar dos o más versiones contrapuestas pero que se dan por válidas a partir de las simpatías de quien las consume. Por ejemplo, México vive bajo el gobierno del mejor presidente de toda su historia, afirman sus simpatizantes; mientras que, para muchos medios privados y ciudadanos que se identifican con ellos, México no pudo haber pasado por una mayor desgracia que la 4T.

Es evidente que cada medio, experto, líder o ciudadano, puede crear su propia versión de la realidad, y defenderla con vehemencia, sin dejar espacio para el diálogo, el consenso o la duda y sin asumir mayor responsabilidad por lo dicho. De la misma forma cada usuario puede encontrar “información” que sustenta su creencia. Esta situación raya en lo ridículo, puesto que dos versiones tan contradictorias no pueden ser verdaderas al mismo tiempo -es mucho más probable que ambas sean inexactas—, y esto tiene como consecuencia que para el ciudadano la verdad se vuelva inaccesible. ¿Cómo saber qué es cierto y qué es falso? ¿Cómo evitar caer en la manipulación o el engaño? Estas son algunas de las preguntas que nos planteamos ante la crisis de la verdad que vivimos. No hay una respuesta fácil ni única a estas cuestiones, pero sí hay algunas pautas que podemos seguir para mejorar nuestra capacidad crítica ante la posverdad.

Por eso, es deseable que como ciudadanos nos impliquemos en la lucha contra la desinformación. En el grupo de estudio Psicoanálisis, Política y Ciudadanía buscamos hacer frente a la posverdad, un fenómeno que no nos es desconocido, puesto que sabemos que, en la instancia psíquica llamada Yo, opera un autoengaño similar.

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