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CONSULTORIO DEL ALMA: CUENTA CONMIGO; Formas veladas de comunicar nuestra incomodidad o malestar

comunicar-hablar
Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

Este viernes, en "La hora del deseo"

Es absolutamente imposible que un día normal de nuestra vida esté exento de situaciones que nos generen incomodidad o malestar. Estas pueden ir desde un desencuentro con un extraño, hasta un simple incidente doméstico.

Ante estos hechos, las personas podemos reaccionar de diferentes maneras. En ocasiones, utilizamos un tipo de comunicación indirecta para expresar emociones negativas, como la ira, la frustración o el resentimiento y adoptamos comportamientos que se caracterizan por ser, aparentemente sutiles y encubiertos, pero que tienen como principal objetivo herir, causar molestia o manipular.

Algunos ejemplos son:

Cuando señalamos los errores o defectos de los demás, con el objetivo de ponerlos en evidencia o justificar nuestros propios errores. Otra muy socorrida es aplicar la “ley del hielo” ignorando o evitando a alguien deliberadamente, o cuando nos retiramos de forma intempestiva de un lugar.

Todos hemos sido objeto o sujeto ejecutor de bromas hirientes, a veces disfrazadas de sanos chascarrillos, que, sin embargo, desagradan o incluso lastiman a quienes se le aplican. A veces también hacemos gala de franqueza innecesaria diciendo lo que pensamos a sabiendas de que esto provocará molestia en nuestro oyente.

Por supuesto, estas actitudes suelen crear un ambiente tenso o desagradable, pero al estar aparentemente encubierta nuestra agresividad en ellas, pretendemos quitar de nosotros la responsabilidad de sus consecuencias; finalmente las justificamos pensando que, de esta forma, evitamos una confrontación, lo cual no es más que un engaño del Yo, al tiempo que desestimamos el sentir de los demás.

Es difícil negar que dichos comportamientos forman parte integral de nuestras experiencias diarias. A ellos podemos sumar la procrastinación, la impuntualidad y la dilación para responder mensajes o llamadas. A lo largo de nuestra vida, somos tanto víctimas como perpetradores de estas conductas, y a menudo no nos percatamos de cuánto recurrimos a ellas para expresar indirectamente nuestro malestar.

En nuestra intimidad

La raíz de estos comportamientos se encuentra en nuestros conflictos internos. Son solo algunas de las tantas formas en que el aparato anímico da cauce a las exigencias que sobre él ejerce el mundo exterior. La sanción moral que hacemos de la ira, la frustración o el resentimiento, puede dar lugar a mecanismos en los que estas emociones se expresen de formas que consideramos menos censurables, de modo que, las formas de actuar antes mencionadas se convierten en una válvula de escape para emociones subyacentes no abordadas.

La relevancia de estas formas pretendidamente sutiles de agresión se magnifica cuando consideramos su presencia constante en el entorno familiar o laboral. Existen casos en que estas conductas se arraigan en la percepción errónea de que forman parte de nuestro carácter y que actuar de cierto modo es inherente a nuestra personalidad.

Pero, ¿qué sucede cuando estas acciones no son incidentes aislados, sino que se convierten en la norma, por ejemplo, en el hogar o en el centro de trabajo? Este fenómeno plantea preguntas cruciales sobre cómo construimos y mantenemos nuestras conexiones más íntimas y con nuestra sociedad.

¿Quieres saber más? Escúchanos este viernes a las 12:00 del día en La hora del deseo, por Radio UNIVAS. Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921.

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