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Miscelánea: Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria

Leona_Vicario
Foto(s): Cortesía
Redacción

Leonardo Pino

María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador, que trascendió a la historia nacional como Leona Vicario, nació el 10 de abril de 1789 en la ciudad de México, en el seno de una familia acaudalada y con fuertes vínculos con las autoridades del virreinato.

A pesar de ser conservadores, los padres procuraron la mejor educación para Leona en un medio en que las mujeres solo eran preparadas para ser amas de casa. Sus intereses intelectuales la hicieron abrevar en estudios de artes, canto, ciencias, historia y literatura.

Sus lecturas la dotaron de un gran sentido crítico frente a la sociedad en que vivió, lo que la llevó a participar activamente en la lucha por la independencia nacional; antes de que comenzaran las primeras acciones de la revolución, se afilió al grupo secreto Los Guadalupes que conspiró contra el orden político y social que imponía el reino de España.

Incluso aportó lo obtenido por la venta de joyas y algunas propiedades que heredó, para facilitar la fabricación de armas y municiones.

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“La mujer fuerte de la Independencia”, como fue conocida entre las fuerzas patriotas, fue detenida y procesada por el delito de traición al régimen imperante. Leona, a pesar de las duras condiciones que enfrentó, nunca reveló el nombre de los otros conjurados, ni sus domicilios, ni ningún dato que pudiera beneficiar al poder colonial. En 1813, la Junta de Inquisición confiscó todas sus propiedades y la condenó a prisión, de la que huyó meses después con la complicidad de compañeros de causa.  Salió de la ciudad disfrazada como mujer negra, arriba de un carro donde transportaba una pequeña imprenta que puso al servicio de la causa libertadora. 

Doña Leona es considerada la primera mujer que ejerció el periodismo en México; sus comentarios, artículos y polémicas fueron publicados en los diarios El Semanario Patriótico Americano, El Federalista y El Ilustrador Americano. 

Tuvo gran difusión su carta-respuesta a las injurias de Lucas Alamán – empresario, historiador y periodista, considerado el padre del conservadurismo mexicano - quien sostuvo que las mujeres mexicanas se habían unido a la lucha de la Independencia por amor a sus hombres, no por sentimientos libertarios y patrióticos.

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El gran amor de su vida fue Andrés Quintana Roo, revolucionario yucateco, con quien compartió la lucha por la Independencia en circunstancias muy difíciles.

Después de consumada la independencia del país, doña Leona, su esposo e hijas se instalaron en la ciudad de México. En su testamento admitió que tenía buena salud, pero que su cuerpo “resentía la larga lucha, el hambre, el cansancio y la desdicha que había padecido durante los años de guerra”.

Doña Leona – quien vivió unos días en Oaxaca, donde conoció a Morelos -falleció en la ciudad de México el 21 de agosto de 1842. Cuatro días después de su fallecimiento, se la declaró Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria. A la fecha, ha sido la única mujer en México a la que se le han ofrecido funerales de estado.

Su nombre completo está inscrito en el Muro de Honor en el Palacio Legislativo San Lázaro.

Carta de Leona Vicario a Lucas Alamán

Casa de V. marzo 26 de 1831. Muy Sr. mío de toda mi atención: en el Registro Oficial de 14 de este, contestando V. a los Federalistas, me lleva a encuentro sin saber por qué, tachando mis servicios a la patria de heroísmo romanesco, y dando a entender muy claramente, que mi decisión por ella, solo fue efecto del amor. 

(…)No imagine V. que el empeño que me he tenido en patentizar al público que los servicios que hice a la patria, no tuvieron más objeto que el verla libre de su antiguo yugo, lleva la mira de granjearme el título y lauro de heroína. No: mi amor propio no me ha cegado nunca hasta el extremo de creer que unos servicios tan comunes y cortos como los míos, puedan merecer los elogios gloriosos que están reservados para las acciones grandes y extraordinarias. Mi objeto en querer desmentir la impostura de que mi patriotismo tuvo por origen el amor, no es otro que el justo deseo de que mi memoria no pase a mis nietos con la fea nota de haber yo sido una atronada que abandoné mi casa por seguir a un amante. Me parece inútil detenerme en probar a V. lo contrario, pues además de que en mi vindicación hay suficientes pruebas, todo México supo que mi fuga fue de una prisión, y que esta no la originó el amor, sino el haberme apresado a un correo que mandaba yo a los antiguos patriotas.

(…) Confiese V. Sr. Alamán, que no solo el amor es el móvil de las acciones de las mujeres: que ellas son capaces de todos los entusiasmos, y que los deseos de la gloria y de la libertad de la patria, no les son unos sentimientos extraños; antes bien suele obrar en ellas con más vigor, como que siempre los sacrificios de las mujeres, sea el que fuere el objeto o causa por quien los hacen, son más desinteresados, y parece que no buscan más recompensa de ellos, que la de que sean aceptados. Si M. Stael atribuye algunas acciones de patriotismo en las mujeres a la pasión amorosa, esto no probará jamás que sean incapaces de ser patriotas, cuando el amor no las estimula a que lo sean. Por lo que a mi toca, sé decir, que mis acciones y opiniones han sido siempre muy libres, nadie ha influido absolutamente en ellas, y en este punto he obrado siempre con total independencia, y sin atender a las opiniones que han tenido las personas que he estimado. Me persuado que así serán todas las mujeres, exceptuando a las muy estúpidas, o a las que por efecto de su educación hayan contraído un hábito servil. De ambas clases también hay muchísimos hombres.

(…) En todas las naciones del mundo, ha sido apreciado el patriotismo de las mujeres: ¿por qué, pues, mis paisanos aunque no sean todos, han querido ridiculizarlo como si fuera un sentimiento impropio en ellas? ¿Qué tiene de extraño ni de ridículo el que una mujer ame a su patria, y le preste los servicios que pueda para que a estos se les dé, por burla, el título de heroísmo romanesco?

Si ha obrado V. con injusticia atribuyendo mi decisión por la patria a la pasión del amor, no ha sido menor la de creer que traté de sacar ventaja de la nación en recibir fincas por mi capital. (…) ¿Qué otra cosa, que no fueran fincas, podía yo haber pedido? ¿O cree V. que hubiera sido justo, que careciera enteramente de mi dinero al mismo tiempo que tal vez servía para pagar sueldos a los que habían sido enemigos de la patria?

(…) Espero que mis razones convenzan a V. y que mande insertar esta misma carta en el referido periódico; para que yo quede vindicada y V. dé una prueba de ser justo e imparcial: lo que además le merecerá la eterna gratitud de su Atenta y Segura Servidora Que Su Mano Besa. María Leona Vicario.

(Publicada en El Federalista Mexicano, el 2 de abril de 1832).

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