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Lecturas para la Vida: A

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Alejandro José Ortiz Sampablo

Ese día habría sido como cualquiera, sólo que A, después de tantos siglos, despertó con un problema existencial.

Se sentía la más común, quería desaparecer de todo lugar que estuviera escrita. Sus 26 compañeras no alcanzaban a explicar qué pudo haberle pasado. Crearon un sin número de hipótesis, trataron de animarla recordándole parte de su historia y anécdotas curiosas. Como cuando un tal Rubén usó el monovocalismo para escribir el poema “Amar hasta fracasar”, donde ella es la única vocal que hace presencia.

Le repitieron una y otra vez que su origen tenía algo de divino, más antigua que sus antecesoras, la letra griega alfa y alep, primera letra del alfabeto fenicio. Que en ella se encontraba la representación de un dios antiguo llamado Apis (el toro sagrado, Dios solar, de la fertilidad) hijo de Isis, diosa egipcia, Reina de todos los Dioses.

Nada la animaba. Después de largas reuniones, el resto del abecedario acordó que sería U quien se encargara de levantar el ánimo de tan triste compañera. A lo que U dijo: ¿Yo por qué?

La E, siempre altiva por considerarse el sonido de la respiración y simbolizar el espíritu humano, se dirigió a U diciéndole:

-Eres de las más nuevas aquí, en ocasiones ni suenas, así que posiblemente A, al verse comparada contigo, cobre un poquito de ánimo.

-Bueno, pues, todo sea porque en una de esas hasta perdemos el nombre de Abecedario- respondió.

Esa noche, U se fue a dormir con el ánimo de encontrar en sueños la solución de tan alta tarea. Al despertar, antes de tomar cualquier punto y coma, se dirigió a casa de A; para su sorpresa la encontró bañada, peinada, cantando, desbordaba alegría. Al abrir la puerta, la estrechó con sus dos patitas y le plantó dos besos.

A le contó que tener tal lugar en el mundo de las letras llegó a vivirlo de manera tan normal que creyó no ser tan importante para su familia. Ella se vivía como una reina, hasta que la invadió el sentimiento de minusvalía, creía aburrir a todos. Les agradecía por ocuparse de ella en ese momento tan difícil y más a U por no ofenderse con lo que le dijo la engreída de “E”.

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