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Lecturas para la vida: Mi primo amado

niños-lecturas
Foto(s): Cortesía
Redacción

Alejandro José Ortiz Sampablo

Hace un par de días tuve la oportunidad de encontrarme a mi tío Manuel, hermano de mi madre. Motivo por el cual recordé una etapa de mi infancia, específicamente cuando cursaba la escuela primaria. Así mismo, evoqué la ocasión, cuando después de mucho tiempo pude ver a mi primo Juan Carlos, quien fue mi compañero de escuela primaria y secundaria. Él es de mi misma edad e hijo de mi tío Manuel.

En ese entonces tenía poco tiempo de haber regresado a la ciudad, y estaba de visita en la casa de mi hermana, cuando al salir y dirigirme a mi casa me encontré a mi primo, quien me saludó de una manera efusiva y muy cariñosa. Estuvimos por largo rato platicando en la acera, hasta que me preguntó qué tenía que hacer; "quédate a comer" -me propuso-, a lo que accedí; esa tarde el tiempo transcurrió muy rápido, no nos percatamos de la hora hasta que era de madrugada.

Recordamos amigos y aventuras que vivimos juntos, también supe partes de su vida hasta ese entonces para mí desconocidas. Conocí a sus hijos, me sorprendí cuando me contó que su hijo lleva el nombre de su hermano y el mío. Pude apreciar la ternura de mi primo, faceta que en mi infancia no pude observar. Por momentos, cuando me contaba ciertas anécdotas, él no sabía que me apenaba, pues eran muy distintas a como yo las había vivido.

En aquellos años nos tocó cursar la primaria en distintos grupos, uno en el A, otro en el B. Cuando ingresé al primer año, no lo conocía, si acaso nos debimos haber visto pocas veces. Mi primer encuentro con él fue de manera indirecta. Era uno de los primeros homenajes a la bandera, cuando unos minutos antes de iniciar, cuando los niños nos encontrábamos en algarabía y jugando en la explanada de la escuela, un niño delgado se acercó a mí, y me dijo; “me dijo tu primo que eres bueno para los trancazos” e inmediatamente intentó pegarme. En ese entonces interpreté, en palabras de ese niño que era, que mi primo me echaba a sus amigos. Ese día, al salir de madrugada de su casa, me percaté cuán equivocada era esa interpretación, pues pude entender que él lo único que hacía era presumirme, pues desde ese entonces, él tenia cierta admiración hacia mí.

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