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Denarios: Gina quería estudiar...

bebe
Foto(s): Cortesía
Redacción

Por Sebastiana Gómez

Gina llegó al Puerto de Veracruz en compañía de su vecina Imelda, que ya conocía esa ciudad. Sus papás dieron su anuencia para que saliera de San Martín de las Vigas, Veracruz. Ahí, después de terminar la secundaria, no había otra cosa más que ayudar a su mamá a cuidar a sus tres hermanos y dedicarse a las labores domésticas, hasta que alguien la pidiera en matrimonio. Sin embargo, Gina quería algo más que eso, quería estudiar.

Cuando Imelda llegó al pueblo, su amiga aprovechó para preguntarle si había una posibilidad de que pudiera encontrar trabajo en la ciudad. A Imelda le dio gusto saber que Gina quería irse con ella. Cuando los papás hablaron con Imelda para encargarle a su hija, ella se comprometió a cuidarla y a buscarle trabajo. Así fue como ambas emprendieron el viaje al Puerto de Veracruz.

Gina iba emocionada, porque era la primera vez que salía de su pueblo. Observaba con mucha atención cada lugar al que llegaba. En cada escala que hacía el autobús, ella se ponía lista para bajarse, pararse junto al carro y ver cómo entraban y salían las personas de la terminal. Imelda, muy atenta a lo que su amiga hacía, al ver que no se apartaba del autobús, tuvo que platicar con ella para darle recomendaciones en lo que respecta a su cuidado, porque parecía un animalito que acababa de salir del corral. Después de que pasaron en el autobús ocho horas de viaje, llegaron por fin, a Veracruz.

Al día siguiente, Imelda acompañó a Gina a casa de una profesora que se encontraba embarazada y era madre, además, de cuatro hijos, tres mujercitas de 12, 10 y 7 años y un varón de 3 años. La maestra solicitaba a alguien que pudiera cuidarlos. Gina platicó con la maestra para hacer el trato. Le dijo que llegó ahí para trabajar, pero también para estudiar, pues quería ser  secretaria. La maestra dijo que sí, que la apoyaría para estudiar, siempre que fuera por la tarde, ya que por las mañanas, ella requería de sus servicios para el cuidado de sus hijos y la limpieza de la casa.

Una vez hecho el trato, las primeras instrucciones para Gina —en un día de clases normal— fueron levantarse a las seis de la mañana, prender el calentador, preparar cuatro biberones de leche con chocolate y ponerlo en la boca de las cuatro criaturas. Mientras la maestra bañaba a los niños y su hija mayor los vestía, Gina les preparaba el desayuno. Cuando ellos ya estuvieran listos, la mesa del comedor debía estarlo también. Después del desayuno, cada quien se iba a sus quehaceres. Los niños a la escuela y la maestra, embarazada, se encerraba en la biblioteca. El niño de 3 años, por instrucciones de su madre, todo el tiempo se tenía que quedar sentado en la sala. Mientras tanto, Gina lavaba la ropa del día y hacía el aseo de toda la casa.

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