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Playón del Atoyac, de tiradero a mercado en Oaxaca

Foto(s): Cortesía
Nadia Altamirano Díaz

Productores de verduras al mayoreo terminaron por reubicar su vendimia en el mismo playón que apenas hace una semana dejó de ser un tiradero a cielo abierto, sobre la margen del Río Atoyac y afuera de la Central de Abasto.


Sin servicio de agua, luz, sanitarios públicos ni estacionamiento para la poca clientela que hasta ahí llegó, desde la madrugada del jueves intentaron expender tomates, ejotes, calabacitas, pepinos, nopales, cilantro, rábanos, berros, perejil y algunas frutas como sandía y piña.


De madrugada sin luz, de día sin sombra. La queja constante es la falta de sanidad, la tierra suelta que servía de piso y que con el agua se convierte en lodo, pero sobre todo ese hedor penetrante de los restos de lixiviados y la contaminación en el Río Atoyac.


Ventas marchitas


"¡Le estamos diciendo a la autoridad que pongan luz, estamos a oscuras!”, "¡Va a llover y ya no va a entrar nada aquí!", "¡Nos vamos a atorar!".


Los expendedores se quejaban pues llegaron desde las 20:00 horas del miércoles, y 16 horas más tarde veían cómo sus hortalizas se marchitaban por el calor.


En su desesperación, Juan Pérez ofrecía un manojo de epazote en 15 pesos, “para que no esté aquí marchitandose”, relató mientras decepcionado negaba que pudiera vender la poca mercancía que trajo de Ocotlán de Morelos, entre chepiche, cebollas, berros y rábanos.


La carreta en la que Hilario López López estiba 40 cajas de tomate no avanza, se atora en la tierra. Un hombre le ayuda a “encarrilarla” 500 metros adelante, cerca de las bodegas de fruta de la Central de Abasto.



Decenas de vendedores tuvieron que conformasrse con el playón del Atoyac para instalarse. FOTO: Román Carlos

Si bien el municipio de Oaxaca de Juárez no tiene un censo del número de expendedores, la Dirección de Mercados calcula que en diferentes lapsos pueden sumar hasta 300. Al mediodía de ayer eran 30 los que usaban la batea de sus camionetas como mostrador a cambio de pagar 50 o 60 pesos al Ayuntamiento.


De las 130 cajas de calabaza que Ciro Hernández trajo de Coatecas Altas, en el distrito de Ejutla a mediodía apenas había vendido 70 cajas. Pedro Vásquez que intentaba vender 40 costales con ejotes se quejó: "Ahora no hay jalón, los compradores no saben que estamos aquí. No podemos bajar las cosas porque se van a llenar de lodo”.


Buscar un baño, sobre todo para las mujeres, implica caminar 15 minutos hasta el hotel más cercano. “No hay dónde comprar comida, falta seguridad”, hace notar otro productor, Pedro Celestino Hernández.


Sin servicios


“No hay estacionamiento, que los reubiquen en un lugar adecuado”, opinó Carlos Trujillo, quien cada plaza, lunes y jueves viaja desde San Francisco Telixtlahuaca para comprar lo que venderá en ese municipio de los Valles Centrales.


“El caso es que es un desmadre con los líderes. El mercado es una mafia, siempre tienes que estar adherido a alguien”, expresó Wilfrido López Padilla, pero sin quejarse porque casi acaba las poquitas cajas de tomate que trajo. En el regateo su esposa Hortencia Morales no le pierde un peso a su trabajo.


La señora Soledad, de Santa Cruz Xoxocotlán, llena su cubeta de tomates. El resto la mete en su bolsa de mandado. Todo lo mete en su diablo. Es de las pocas compradoras. “Está muy mal acá. Si aquí van a estar seguros que bien, pero en la tierra el diablito se atora”.


Detrás de los camiones, sobre la tierra removida y sin aplanar se puede ver un tinaco que usan albañiles que trabajan en levantar cuatro postes con luz, que no se sabe cuándo funcionaran.


Mantenerse a ras de tierra, sin servicios y malos olores para todo expendedor es desagradable, pero es su única opción. Están ahí porque no los dejaron ponerse en otro lado. Oponerse implicaba quedarse con todas sus verduras y frutas.

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