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La brisa que huele a sal en Yucatán

Foto(s): Cortesía
Agencia Reforma

CELESTÚN, Yucatán.- La brisa que se respira, mientras la lancha avanza sobre Ría Celestún, tiene sabor a sal y lo impregna todo.


Es precisamente la alta salinidad del agua la razón por la que miles de flamencos, entre noviembre y mayo, arriban aquí para alimentarse: el encuentro de corrientes marinas y flujos de agua dulce hacen que este sitio contenga grandes cantidades de artemias salinas.


Es este pequeñísimo crustáceo y no los camarones, como se cree erróneamente, el principal alimento de los flamencos y la razón por la que su plumaje adquiere ese característico color rosado.


Durante parte del recorrido, el cielo se convierte en la atracción principal: pelícanos blancos, martín pescadores, fragatas, cigüeñas y garzas se cruzan entre sí y hacen a los turistas disparar las cámaras o apuntar con los binoculares.


Aunque el mayor atractivo del lugar es el avistamiento de flamencos y otras aves, de las más de 300 especies de la zona, lo que más cautiva es el tono rojizo del agua, que pareciera teñida por el plumaje de los flamencos. Esta coloración, sin embargo, es producto de las raíces del mangle rojo, que tienen gran cantidad de taninos.


Luego de 15 minutos avanzando a través de Ría Celestún, que tiene una extensión de 22.5 kilómetros, es posible ver por primera vez el grupo de flamencos. Desde lejos, dan la impresión de ser una isla de arena de color rosa intenso.


Llegar hasta ellos lleva unos minutos más, hay que avanzar a baja velocidad para no espantarlos. Una vez ahí, la lancha debe mantener una distancia no menor a 20 metros; por esto es recomendable llevar una cámara con buen zoom.


Quizá acostumbrados a los 25 mil visitantes anuales que tiene Ría Celestún, los flamencos nos reciben con cierta indiferencia.


Verlos alimentarse es interesante y también tiene algo de cómico: su voluminoso pico, con la mandíbula inferior fija y la superior movible, funciona como un eficiente filtro. Se alimentan con la cabeza invertida succionando el agua con su musculosa lengua y reteniendo partículas orgánicas ricas en carotenoides, como la artemias salinas.


Hay que tener las cámaras listas para retratarlos al emprender el vuelo, pues resulta un espectáculo ver cómo despliegan sus alas hasta luego volverse un punto rosa que contrasta con el intenso color del cielo.


Guía práctica
Cómo llegar
Desde la Ciudad de México
Puedes volar directo a Mérida, Yucatán, con Aeroméxico, Volaris, Interjet y VivaAerobus. Después debes tomar un autobús o rentar un auto para llegar a Celestún, a 100 kilómetros de distancia hacia el oeste, por la carretera 281.


Desde Guadalajara
Puedes volar directo a Mérida, Yucatán, con Volaris y VivaAerobus. Después debes tomar un autobús o rentar un auto para llegar a Celestún, a 100 kilómetros de distancia hacia el oeste, por la carretera 281.


Desde Monterrey
Puedes volar directo a Mérida, Yucatán, con Volaris y VivaAerobus. Después debes tomar un autobús o rentar un auto para llegar a Celestún, a 100 kilómetros de distancia hacia el oeste, por la carretera 281.


Dónde dormir
Hotel Xixim. Ubicado en medio de la Reserva Especial de la Biósfera de Celestún, es un alojamiento boutique ecológico conformado por 32 cabañas. El costo por noche va desde 3 mil 890 pesos.


Dónde comer
Los Pámpanos. Este restaurante ubicado en el centro de Celestún tiene fama por sus ricos ceviches. El precio promedio por persona es de 200 pesos.


Toma nota
El recorrido por Ría Celestún no tiene un costo por persona. La renta de la lancha cuesta mil 200 pesos y es para un grupo máximo de 8. Lo más recomendable si vas solo o con un grupo pequeño es compartir una lancha con más turistas.


Hacia el manantial 


CELESTÚN, Yucatán.- Atrás han quedado los flamencos, pero el recorrido de hora y media por Ría Celestún tiene otros rincones que cautivan a los viajeros.


Casi al final de esta Reserva de la Biósfera se encuentran La Isla de los Pájaros, un manglar en el que se congregan más de 300 especies de aves, y el Circuito Ojo de Agua, un manantial de agua dulce en el que se puede nadar.


El trayecto hasta la isla resulta de lo más relajado; apenas dura 10 minutos desde el sitio donde se localizaban los flamencos.


En las copas de los mangles de la isla se posan cientos de aves: son tantas que a la distancia logran escucharse sus graznidos.


La lancha se detiene para contemplarlas de cerca. Cuando una decide volar, otras más la siguen. Sin embargo, muchas descienden para alimentarse; aquí les sobra comida: 157 especies de peces habitan esta agua, con apenas metro y medio de profundidad.


Este mismo recorrido puede realizarse de noche, con el fin de mirar cocodrilos. Resulta otra experiencia, pues visitar La Isla de los Pájaros en la oscuridad puede parecer un vívida escena "hitchcockiana", ya que las aves despiertan con el sonido del motor y la luz de las lámparas, y vuelan curiosas en torno a la lancha.


A través del túnel


Para llegar al Circuito Ojo de Agua, la lancha debe internarse primero en un túnel vegetal de aproximadamente un kilómetro de largo. Este tramo del recorrido ofrece refugio del sol, aunque obliga a ponerse repelente para salir bien librado de los mosquitos.


Aquí el tono del agua es marrón por la descomposición de las raíces del mangle, lo que además genera un intenso olor a azufre.


El hedor contrasta con la belleza del lugar, pues mientras se avanza, la superficie del agua logra un efecto de espejo. De hecho, en el paseo nocturno, apuntando con las lámparas hacia las copas del mangle, la ilusión óptica es mucho más impresionante.


Después de escasos tres minutos, la lancha se detiene en el pequeño muelle del Circuito de Ojo de Agua, donde el intenso olor comienza a disiparse. Hay que andar 50 metros más por un puente de madera para internarse en el manglar y llegar hasta el manantial de agua cristalina, que por momentos adquiere tonalidades azules y verdes. 


No hay que tiempo que perder, hora de zambullirse. Para evitar el impacto ambiental sólo está permitido nadar 10 minutos en este sitio, que tiene una profundidad de dos metros.


El agua refresca, especialmente si se nada hasta el centro del ojo de agua, en donde es más fría y es posible sentir cómo brota del suelo.


El chapuzón se convierte en el remedio para despojarse de la sensación pegajosa causada por la brisa salada del recorrido.

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