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Denarios: Vuela

niños
Foto(s): Cortesía
Redacción

Por Conchita Ramírez de Aguilar

Faltan pocos días para que inicies tu primer vuelo. ¡Cuántas emociones encontradas tenemos todos! y aunque ninguno se atreve a manifestarlo, hay un cierto temor por este nuevo reto. Sin embargo, sabemos de tu seguridad, inteligencia y disposición para afrontar todo lo nuevo que conocerás.

Me invaden en este día la nostalgia y los recuerdos. Te conocí cuando todos andábamos embozados, no pudimos ver nuestros rostros, pero sí nuestros ojos. Al sentir tu mirada, dulce, tierna, nos dijimos todo sin palabras y cuando pude acunarte entre mis brazos, se abrió la aurora al sentir la paz que de ti emanaba, cambiando con tu luz, mi propia vida.

Como el río que nunca se detiene, así ha sido tu andar. Atrás quedaron tus pasos inseguros y temblorosos; hoy los marcas fuertes, decididos, y te lanzas a correr con los brazos abiertos, como queriendo abrazar con ellos todo lo que vives, todo lo que aprendes.

Tus primeras palabras, que en algunas ocasiones tuvimos que descifrar, ahora son claras, apropiadas para expresar los sentimientos que deseas y llamar a quien buscas o necesitas. “Ma”, “agüi”, “men”, “halla” se volvieron: “mamá”, “abui", “ven”, “hola”. Ya puedes “leerle” a la abuela un cuento. Tus palabras —algunas no tan claras—  expresan lo que ves en cada imagen. Me deleitas cuando tu cara expresa con sus gestos el sentimiento de alegría o de tristeza que los personajes muestran.

Cantas, bailas, ¡ah!, cómo bailas, sin parar, con tu cuerpo completo en movimiento y una sonrisa alegre, que siempre contagias. De repente, escucho: “vamos a bailat, abui”, y ahí vamos, tú como un remolino y yo pidiendo descanso muchas veces, pero soy feliz cuando veo tu alegría al bailar con tu abuela que ya no aguanta tu paso, y que muchas veces te pide: —¿Jugamos a dormir?

Rápidamente, tú respondes:

—No abui. Vamos a bailat” — y…pues nada,  a“bailat”.

La casa de tu abuela se ilumina cuando llegas extendiendo los brazos y con un beso me susurras: “Abui, ya llegué”, y la abuela como una mariposa que brota del capullo, olvida los años, los achaques y se lanza a volar bajo tu ritmo. Con mi mano entre la tuya te acompaño donde se encuentran las flores, mariposas y pajaritos, para que con tu voz melodiosa y tierna los saludes, diciendo: “Hola, ¡qué hermosos están!”

Sabes y haces, ahora,  tantas cosas, pero es momento de vivir otra experiencia, conocer muchos niños, jugar, bailar, saltar, cantar y continuar así descubriendo todo lo que te rodea, hacer amigos y sobre todo, aprender, descubrir otros caminos para marcar en ellos tus propias huellas.

Ahora, permíteme cerrar mis ojos y mirarte a la puerta de tu casa, con vestido y zapatitos nuevos, tu cabello ondulado, con moñitos y una mochila de abejita a tus espaldas, tomada de la mano de tus papis que serán los testigos de tus primeras horas de vuelo en solitario. Te digo un secreto: ellos están más nerviosos que tú y tienen algo de miedo al colocarte en el punto del despegue.

El momento llegó, suelta las manos de tus papis, como hace algunos años, tu papá, llorando, soltó las mías. Empieza a extender las alas e inicia tu vuelo tranquila, libre. ¡Vuela! ¡Vuela alto, Isabela! El cielo es tuyo y es infinito.

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