Alejandro José Ortiz Sampablo
Esta fecha me hizo recordar una frase y una anécdota. La frase no recuerdo dónde la escuché, posiblemente en alguna película y, más o menos, reza así: “¿cuándo he obtenido lo que deseo?”. Por otro lado, la anécdota es de mi infancia. Un buen día mi padre llegó a casa con tres peluches, dos perritas azules hermosas, y un pitufo. Recuerdo que cuando los vi, supuse de inmediato que eran para mis tres hermanas, sin embargo, no dejé de buscar de reojo, dónde estaba mi regalo.
En mi infancia me tocó vivir en el orden social y familiar marcado por los roles de género. Había actividades de niño y hombre definidos dentro del ambiente familiar, así como el de las niñas y la mujer. Muchas personas podrán suponer que fue una época marcada por el patriarcado, pero si nos detenemos a observar de manera meticulosa y no como se dice popularmente, con el corazón y la tripa, se percatarán que no es tan así. Pero esta nota no es para causar ámpula en este tema.
Así que al ver los muñecos de peluche, a pesar de ser azules, sabía que eran objetos para niñas, pero aun así me decepcionaba no mirar el mío. Desconozco porqué mi padre no compró algo para mí. Hice mil teorías para consolarme de tal afrenta. Mi padre, por su parte, me dijo que me regalaría una vaca lechera; supongo que era un chiste con el cual intentó consolarme al percatarse de su descuido.
Por esa época acompañaba a mi padre al taller y él me brindaba sus enseñanzas, también me decía que algún día todo eso sería mío (refiriéndose al taller), muy al estilo del conocido comercial de “¿Y la Cheyenne, apá?”. Así que me consolé con la teoría de que yo estaba del lado de los hombres, quienes teníamos que brindar esas alegrías a las mujeres de la casa. Pero aún así, sigo esperando mi vaca lechera, y aunque lo digo de broma, ella se volvió un símbolo de todo aquello que anhelo y que, si es mi deseo alcanzarlo, sé que me esperan trabajo arduo y constancia. Al paso de los años puedo decir que ese día sí recibí un regalo, solo que no lo viví como tal.
