Pasar al contenido principal
x

Denarios: Para despertar...

enarios3
Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

La ciudad no despertaba del todo, a pesar de que llevaba un rato bañada por el resplandor del sol.  En aquel parque público semivacío, que Roger atravesaba todos los días, la mañana estaba lejos de ser idílica. Allí, bajo un árbol cenizo, esperaba una persona en situación de calle. Sus harapos se confundían con el desorden del mundo, y una barba, tan tupida como sucia, ocultaba al hombre que alguna vez había sido.

Roger se dirigía a la oficina. Los tacones de sus zapatos de cuero bruñido chocaban contra el pavimento sumando un elemento más a la cacofonía de la calle. De repente, sin saber cómo evadirlo, Roger quedó frente al menesteroso que le salió al paso. El vagabundo, con ojos entrecerrados, extendió una mano que temblaba en busca de ayuda, como quien suplica por una última esperanza a un mundo que le había dado la espalda. Ante este gesto, al interior del empleado de oficina publicitaria comenzó a gestarse un conflicto entre su humanidad y sus prejuicios. 

No era la primera vez que pasaba por este parque ignorando a los desamparados que lo habitaban como fantasmas, pero esta vez, por distracción, acabó dando de frente con uno de ellos. Roger, invocó una justificación para seguir su camino de indiferencia: "Probablemente usará el dinero para drogarse", así pensaba, pero incluso, mientras se aferraba a esta idea, una parte de él se vio acorralada y después de lo que pareció una eternidad, decidió actuar. Buscó dentro de sus bolsillos, donde encontró una moneda de cinco pesos. Lamentó no haber hallado una de menor denominación, pero sabiendo que no podía dar marcha atrás, extendió la moneda hacia el necesitado. Por un momento pensó en arrojarla bien lejos para que el hombre fuera a recogerla, pero reconsideró, pues el gesto sería demasiado grotesco y podría ser mal interpretado. Así que, cuidándose mucho de no tocarlo, terminó por dejar caer la moneda en la palma del hombre, quien la recibió con gratitud, misma que no dejó de expresar en estos términos: "Muchas gracias, patrón. ¡Qué Dios me lo bendiga y me lo cuide!”.

Roger se alejó del parque, feliz por dejar atrás al vagabundo y su mundo de penurias, pero sintiendo que había cruzado una línea que ni en sueños se había atrevido a cruzar. Durante el resto de su trayecto reflexionó sobre las motivaciones que tuvo para haber hecho lo que hizo. No fue por bondad, ni por temor a Dios, tampoco la ética tuvo lugar entre sus consideraciones. Lo que se le impuso fue un pensamiento práctico: "Si no socorremos entre todos a los menesterosos, es probable que una próxima vez, en lugar de pedir con la mano extendida lo hagan blandiendo un arma". Así razonó, aunque no renunció a sentirse bien consigo mismo por su buena acción.

La idea de que aquel hombre gastaría su moneda en drogas aún rondaba su mente, pero había en su interior una sensación de haber hecho lo correcto, aunque fuera con dudas; por eso, antes de llegar a la oficina, se detuvo en una sucursal de una cadena trasnacional de cafeterías para premiarse con un Moca Expreso Deluxe. Se apoltronó en un mullido sillón con el aroma del café de altura llenando sus sentidos y, tras el primer sorbo, la ciudad adormilada terminó de despertar.

Noticias ¡Cerca de ti!

Conoce los servicios publicitarios que impulsarán tu marca a otro nivel.