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Consultorio del alma: cuenta conmigo, Cuerpo y alma; un malentendido

doctor
Foto(s): Cortesía
Redacción

Por Alejandro José Ortiz Sampablo

El tiempo que tengo de atender pacientes psicológicos me ha dado la oportunidad de tratar a personas aquejadas con distintos padecimientos nerviosos. Unas llegan por propio pie, otras por consejo del médico, pues estos últimos consideran benéfico el tratamiento psicológico o psicoanalítico en el acompañamiento de sus tratamientos. Entre esos innumerables pacientes, hubo una en particular que se reprochaba fuertemente el haber enfermado.

Por regla general, cuando llega un paciente por primera vez a la atención psicoanalítica, le decimos que necesitaremos tres condiciones imprescindibles para el éxito de su tratamiento. Dos de ellas, docilidad y paciencia; la tercera, confianza, la cual veremos si en el transcurso de las primeras sesiones la conseguimos, aunque a decir verdad, suele demorar un poco más. El paciente que comenté en el último párrafo cumplía con las tres condiciones solicitadas, sin embargo, es sabido por nosotros, los analistas, que eventualmente hay una reserva involuntaria que los pacientes no confiesan.

Mala fortuna, un terapeuta

Pasado un tiempo, la paciente pudo confesar que había estado en un tratamiento psicoanalítico anterior, pero que había guardado secreto por pena a decirme la sospecha que tenía y a dejar en mal al psicoanalista. A pesar del tiempo dedicado, sentía no le había funcionado del todo dicho tratamiento; además, pensaba que podría ser injusta al dejar en mal a su anterior terapeuta y “no fuera a ser” que yo lo conociera. Estos fueron motivos menores que la llevaron a guardar silencio; los principales se encontraban en la lógica a la que obedece su psiquismo.

En ella preexistía la disposición psíquica a sentirse responsable de todo cuanto le acontecía. Cuando recibió el diagnóstico de su enfermedad, el mencionado psicoanalista le corroboró algo que ella sospechaba, que había algo de ella que la había causado, su odio.

¿Es certera la tesis de que lo psíquico tiene tal poder? Sabemos que un estado afectivo nos puede provocar un dolor de estómago, de cabeza, taquicardias, parálisis, entre otros malestares; pero por ello, ¿podríamos aseverar que los procesos psíquicos tendrían la suficiente fuerza para generar, por ejemplo, una enfermedad de las arterias coronarias, neoplasias quísticas del páncreas o cualquier tipo de cáncer? Al parecer, para nuestros dos colegas mencionados, eso es posible.

Continuará el próximo lunes…

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