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Mixtecos, los últimos alfareros de Oaxaca

Foto(s): Cortesía
Redacción

VISTA HERMOSA, SANTO DOMINGO TONALTEPEC.-Las manos suaves de Tomasa crean las perfectas combinaciones de formas e ideas ancestrales. El barro es su aliado, y la naturaleza proporciona las herramientas, como a sus antepasados, quienes dominaron el arte de la alfarería.


Un comal, un cántaro, una taza, un jarrón, no hay una forma imposible para los alfareros de Vista Hermosa, agencia de Santo Domingo Tonaltepec, en la Mixteca Alta de Oaxaca. Aquí, en medio de un Geoparque Mundial, fósiles antiquísimos se reúnen en la tierra para conformar el barro que terminará en una magnífica pieza de alfarería.


Tomasa es una de las ocho alfareras que aún sobreviven en Tonaltepec, pues de a poco, los habitantes de la comunidad han dejado de interesarse en esta actividad, algunos se van y otros buscan una nueva manera de subsistir.


Los secretos del barro


Tomasa se dedica a la alfarería desde que tiene uso de razón. Mientras relata la historia, su rostro se torna nostálgico, pues añora los tiempos de niña. Ahora, de 52 años, y con nietos rodeándola, ella es la experimentada, la que conoce los secretos del barro.


En la mente, en las manos, en el corazón, Tomasa es la guardiana de los conocimientos que se generaron durante cientos, tal vez miles de años. Parte de la cultura de los antiguos mixtecos vive en ella.


Con la denominada técnica milenaria, que consiste en utilizar una base de piedra circular como herramienta, en Tonaltepec persiste la tradición alfarera.



Tomasa junto al horno en el que cocen sus piezas. FOTO: Emilio Morales

El barro lo es todo


Es el amanecer, Tomasa y su esposo ensillan la mula. Debido al gélido clima que provoca la ventisca, ella se cubre con un holgado suéter. Parten y después de un rato de caminata, al fin llegan al lugar indicado.


“En el momento de dar el primer golpe para escarbar, se crea una conexión con la tierra, para que nos permita extraer el barro, pues lo hacemos por la necesidad y con el respeto debido”.


Tomasa sabe en donde se ubica el mejor barro; llenan los costales hasta la mitad y lo suben a la mula. El camino de regreso es más agradable, pues el sol hace más cálido el ambiente. Para ella, el barro lo es todo.


Al llegar a casa desmontan la carga. Es momento de que el barro se coloque al sol, lo que durará de dos a tres días para que se seque. Aquí se retiran las piedras y las raíces. Posteriormente se moja y amasa, con lo que está listo para moldearlo.


Es momento de que Tomasa vaya a su taller y pone manos a la obra, momento de imaginar las formas que creará.



Las creaciones al pie de la humilde vivienda. FOTO: Emilio Morales

El presente y el futuro de la alfarería


Sentada junto a la base de trabajo, Dorotea concentrada elabora un comal. De sus manos han desaparecido las huellas dactilares, pues toda la vida ha trabajado con el barro. En menos de una hora la pieza esta lista y es momento de dejarla secar.


A un costado se encuentran Yanilisa, de 19 años y Elisa, de ocho, hijas de Dorotea. La primera ya es una experimentada alfarera, la segunda está en proceso de aprendizaje.


Elisa y sus pequeñas manos fabrican un diminuto jarro. Es poseedora de una mirada dulce y sonrisa contagiosa. Trae consigo el amor por el barro y la capacidad de moldearlo.


Mientras tanto, Dorotea comienza otra pieza. Toma una porción de barro con las manos, y comienza a moldearlo. No se puede apreciar forma alguna, por el momento. Después de unos minutos, una pequeña vasija se puede observar.


No pasa demasiado tiempo para que un jarro se presente ante su improvisada audiencia. “La práctica hace al maestro”, dice.



Elisa y Yanilisa también tienen y cultivan el don. FOTO: Emilio Morales

El fuego, un aliado


Bulmaro es un hábil constructor de hornos, en los cuales se queman las piezas de alfarería creado por las mujeres, “tarda tres días en construir un horno, mismo que dura de dos a tres años”.


El horno es edificado con piedras y barro. En él se colocan las piezas para que el fuego le de la fuerza necesaria. La forma cilíndrica del horno permite que le quepan varias piezas, además de la leña.


Los alfareros de Tonaltepec deben trabajar varios días para poder llevar las piezas al horno. Es un trabajo que dura una jornada. Regularmente se hacen tres quemas al mes.


Arte abstracto


Cuando las piezas salen del horno y se enfrían, aún no están listas, falta el toque final, ese que los alfareros saben que los diferencían uno de otro: la pintura, otro elemento que es obsequiado por la naturaleza, de los encinos para ser exactos.


Un trapo, que en este caso toma el papel de pincel, es el encargado de dar vida a las piezas de alfarería de Santo Domingo Tonaltepec, ninguna creación es igual. Cada cántaro, cada taza o jarrón se llevan una parte de la Mixteca.


Llevarlo al mercado


Su mercado reside en Santo Domingo Yanhuitlán o en Asunción Nochixtlán. Transportarlo es un problema, pues gran parte de la carretera aún es de terracería y es elevado el riesgo de que el barro se rompa .


Para la mayoría de las alfareras, este oficio es su único sustento. No hay un precio exacto, pues cada pieza es diferente y regularmente, el cliente es el que le pone el valor, afirman las artesanas.


Exponen obras de alfarería


El pasado 4 de noviembre se realizó una exposición de cerámica en Santo Domingo Tonaltepec, tomando como base la investigación del estadounidense Ronald Spores, quien durante los 60 y 70 visitó la Mixteca.


Lo acompañó el fotógrafo Bill Lefevre, quien plasmó a diversas alfareras de este municipio. Las gráficas exhibidas corresponden principalmente a la artesana Juana López.


La exposición se denominó Tradición Cerámica en Tonaltepec y su objetivo fue mostrar el reconocimiento a las mujeres y los hombres que han dedicado su vida a la Alfarería.


Muchas de las piezas que se exhibieron tienen decenas de años de antigüedad, algunas de las cuales ya no se fabrican, ya sea por la dificultad o porque ya no se utilizan.

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