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De la intimidad a lo público: hoy es Noche Buena y mañana Navidad

adorno_navideño
Foto(s): Cortesía
Redacción

Por Alejandro José Ortiz Sampablo

Hace no mucho tiempo, por estas fechas, al publicar en la página de Facebook del Instituto una tarjeta alusiva a las festividades, una persona me envió un mensaje privado, diciéndome: ¿A poco ustedes creen en la Navidad?

La felicidad

Hace un par de días, una persona me preguntó por qué siempre que me encontraba me veía feliz; le respondí con el primer pensamiento que cruzó por mi mente: “Porque tiene usted la fortuna de encontrarme en muy buenos momentos”, lo que en cierta medida es verdad, pues como todo ser humano tengo buenos y malos ratos, pero ser feliz me permite que  los malos momentos no me fastidien el existir.

De pequeño, mis padres, cada domingo nos mandaban a misa a mis tres hermanas y a mí; ahí escuché por primera vez que la Navidad era una fecha también para la reflexión; de hecho, me parecía que la música navideña que en casi la mayoría de los hogares ponían por estas fechas, invitaba a ello. En ese entonces, cada diciembre me la pasaba gran parte del tiempo en el taller con mi padre, a quien parecía no importarle mucho estas fechas, pues las exigencias de la vida lo apremiaban. Creo que fue ahí cuando aprendí a disfrutar y a ser feliz con lo que tenía.

Anhelos y realidad

De niño se tienen muchas ilusiones, se anhelan cosas, no solo materiales. Por esos años al igual que el día de hoy, no faltaba la ocasión para toparme con la realidad de familias en extrema pobreza, o de otros niños con algún impedimento físico, por lo que no podían hacer aquello que yo realizaba sin ninguna dificultad. En ocasiones, cuando acompañaba a mi padre de compras, nos encontrábamos a alguna madre con sus hijos pequeños pidiendo ayuda económica, o vendiendo chicles en un crucero; a veces, algunas personas llegaban a tocar la puerta del taller, para pedir para un taco. Ese contraste que observaba entre la vida de aquellos niños y la mía, supongo hicieron que valorara más lo que poseía que cualquier anhelo; incluso, hubo ocasiones que me avergoncé de algunos que consideré banales.

Mi padre era enojón, pero estaba ahí conmigo enseñándome cosas; tenía a mi madre, quien siempre estaba para darme cariño, mis hermanas con quienes jugaba y también peleaba, pero sabía que me querían. Hoy, la vida me ha dado muchas cosas, compensando algunas otras que he perdido. Tengo a mi hijo, que es un muchacho maravilloso y aún cuando no estamos juntos, me ama y yo a él.

No se puede tener todo, se pierden cosas valiosas, a veces porque así es el ciclo de la vida, otras por obcecación o inexperiencia. Más allá de una creencia, creo que practicar la reflexión sobre nuestras acciones es una buena práctica que podemos realizar en estas fechas, aún cuando el Yo siempre podrá engañarnos en la percepción que tenemos de nosotros mismos.

¿Quieres saber más?  Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

[email protected]

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