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Consultorio del alma: cuenta conmigo

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Por Alejandro José Ortiz Sampablo

El fragmento del sueño que les narré en la sección “Lecturas para la vida” me dejó reflexionando parte de la madrugada. Me levanté de la cama y me dirigí al consultorio; en la puerta me quedé observando lo apacible del lugar, mientras Athena seguía llamándome, así que bajé a abrirle para que saliera a husmear al estacionamiento, por lo que no fue posible seguir en la contemplación. Mientras la acompañaba, me pregunté por el sentido del sueño.

Un sueño

Como les comenté, parte de lo soñado sucedió años atrás. Pero, ¿por qué soñar algo que sucedió, solo con algunas pequeñas diferencias? La mañana de aquel día me desperté a eso de las ocho, pues tenía un paciente agendado vía telefónica. También me había organizado para dedicar ese día y parte del fin de semana a trabajar en los proyectos del 2023, pues  advierto que tras dos años de pandemia, nuestro trabajo se hizo más sedentario.

Esa es una de las diferencias entre la vida que abandoné y la que escogí para dedicarme al psicoanálisis. Me refiero, entre otras cosas, a perder el ritmo de trabajo, pues en mi caso, despegarme un momento de mi lugar de investigador del alma para darme un tiempo para el esparcimiento —o como se dice en el argot psicoanalítico, para entregarme a las actividades propias de estas fiestas, es decir, al erotismo—, implica pérdida de la tensión psíquica, imprescindible para mantenerse en dicho lugar, en el lugar del analista. Suena exagerado y difícil de comprender, pero pongámoslo de la siguiente manera: si abandonar cualquier actividad para retomarla después implica un esfuerzo, tratándose de una donde está implícito algo tan delicado como el alma, el costo es mayor.

Imposibilidades para ocupar el lugar del analista

Esto también es difícil de comprender para muchos que se dicen analistas, pues descubrir cómo todo acto que el psicoanalista realiza en su vida cotidiana influye en su quehacer clínico —principalmente aquellos donde se permiten abandonarse al empuje primario de la pulsión— requiere haber llegado a observar lo más profundo de su alma; en otras palabras, haber hecho un psicoanálisis personal de muchos años. Por eso, un psicoanalista que ejerce algún tipo de violencia hacia su pareja, que tiene algún vicio o adicción por cualquier sustancia, o que comete actos canallas, no podría reclamar el lugar de psicoanalista.

En mi sueño tuve un poco de envidia de mis excompañeros, ya que la actividad a la que se dedican les permite entregarse a sus placeres cuando están de vacaciones y una vez concluidas retornarán al trabajo, sin más costo que el esfuerzo que implica la reincorporación a la rutina. Por otro lado, mi angustia en el sueño se debía a la incertidumbre que implicaba perder un trabajo de gobierno con todas sus garantías, lo que en la vida real no me impidió tomar dicha decisión, pero que, sin embargo, en un momento oscuro de mi vida pude lamentar.

Si bien el día que antecedió al sueño transcurrió como lo planeado, estuve recordando las actividades que tengo pendientes con mi madre, así como el día anterior que estuve con mi hijo, y pensé: “de no poseer la pasión que tengo por el Psicoanálisis, sería más libre en mis tiempos”. Sin embargo, mi vida no tendría sentido sin una pasión. Así que todo sueño tiene un costo, en mi caso, pagarlo me ha dado retribuciones más grandes: el amor de mi hijo y el de mis seres queridos.

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