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CONSULTORIO DEL ALMA: CUENTA CONMIGO; La moral en distintas formas de terapia

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Este viernes, en "La hora del deseo"

Rafael Alfonso

 

A menudo sucede que, como pacientes, llegamos a nuestra sesión de psicoanálisis mortificados por las expresiones de nuestra actividad psíquica, calificándolas de antemano como malas, tontas o perjudiciales. Finalmente, algunas de estas expresiones nos causan malestares en diversas esferas de la vida y están en la raíz de nuestra queja. También suele ocurrir que manifestemos los inconvenientes que, en nuestra vida cotidiana, causan muchos individuos que no están a la altura de nuestras propias expectativas.

En el Psicoanálisis, si bien es de esperarse que todo ser humano tenga sus propios referentes, es muy importante que —para efectos del tratamiento— quien se coloca en la posición de analista, no anteponga su propia moral durante las sesiones.

La superioridad moral

Existen terapias psicológicas en las que se asume que la moral del terapeuta es mejor que la del paciente, de forma que el primero tutela al segundo para alcanzar un ideal de bienestar, de salud mental o de éxito, muchas veces, encarnado en su propia persona. Puede ocurrir en estos casos que el paciente vea confirmadas las razones de su mortificación, exacerbando la noción de que hay algo malo o insuficiente en su propia persona que le impide alcanzar su bienestar y realización.

En esta circunstancia, es lógico que en los pacientes se incremente la sensación de fracaso y culpa por quedar lejos del ideal. Habríamos de decir que la dicha superioridad moral ostentada por un terapeuta con este perfil es sólo aparente, y que, en los peores casos, aprovechando su posición, cede a la tentación de cometer toda suerte de arbitrariedades.

Una charla entre amigos 

Una charla entre amigos se caracteriza por un alto grado de condescendencia. Con ellos compartimos inquietudes, intereses y muy probablemente, nuestra ideología, de manera que empatizan con nuestro actuar. Por otro lado, al platicar con ellos hablamos siempre en favor nuestro y nos justificamos continuamente, sin contar con que podemos apelar a nuestro interlocutor para que nos conceda la razón. Es por esto que una charla entre amigos brinda alivio a las tensiones que originan nuestros conflictos cotidianos. Al platicar con ellos, damos por descontado que se pondrán de nuestro lado sin cuestionarnos demasiado.

Ese es, precisamente, el riesgo que se corre cuando buscamos una terapia acorde a nuestra propia forma de pensar —como muchas que actualmente se ofertan—, donde de antemano, se ofrece al público interesado el apapacho a la instancia psíquica llamada Yo. En ellas, la moral del paciente, empatada con la del terapeuta, puede resultar en que ambos escuchen los ecos de su propio pensar; dicho de otro modo, se corre el riesgo de que la relación terapéutica termine siendo una charla entre amigos. Ciertamente el paciente sale aliviado de cada sesión, pero pueden pasar años sin que éste haga frente a los conflictos que lo aquejan.

No queremos decir con lo anterior que el terapeuta pretenda darle por su lado al paciente, sino que la instancia psíquica llamada Yo (incluida la de los terapeutas) es propensa al autoengaño. Un exceso de empatía y de identificación ideológica puede crear la ilusión de estar en lo correcto sin poner en cuestionamiento las formas inconscientes de nuestro pensar y de nuestra propia moral.

¿Quieres saber más? Escúchanos este viernes a las 12:00 del día en La hora del deseo, por Radio UNIVAS. Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921.

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