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Espacio en defensa del maíz nativo de Oaxaca: debemos vivir dignamente

maiz
Foto(s): Cortesía
Redacción

Leonardo Pino

(…) Nuestra cultura se construye día a día en nuestro caminar tomando en cuenta diferentes aspectos que conforman nuestra vida relacionada a lo que sembramos, lo que comemos, nuestras lenguas, nuestras formas de relacionarnos, nuestras formas de organizarnos y nuestra espiritualidad que se siente, piensa y vive en cada pueblo. En todos estos ámbitos está presente el maíz de distintas formas y desde hace muchos años, como cuentan nuestras abuelas y nuestros abuelos, hasta el día de hoy.

El maíz aparece en muchas de las historias de nuestros pueblos como un elemento que teje la vida; desgraciadamente, día con día se han ido perdiendo esas raíces que nos vinculan a la tierra, debido a un sistema que ha desvalorizado lo que representa la vida vinculada a la tierra y la producción de los alimentos a nivel comunitario, impulsado por los grandes agronegocios vinculados a los poderes políticos que están ligados a un sistema capitalista que pretende fortalecer la agricultura industrial con sus propuestas tecnológicas, como la modificación genética de las semillas, que rompen el ciclo natural de la vida y pretende controlarla a través de esos alimentos.

Los últimos tiempos han sido difíciles debido al deterioro de nuestra salud, muy ligado al cambio en nuestros hábitos alimenticios, la destrucción de la naturaleza y la dependencia alimentaria, pero a su vez nos han brindado momentos de diálogo sobre lo que representa cultivar nuestros propios alimentos para tener salud y decidir qué valores queremos fortalecer para construir colectivamente una buena vida, en la que nos protejamos de las diversas pandemias, sabiendo que la salud no es solo la ausencia de enfermedad, sino algo mucho más profundo que nos vincula como pueblos con la tierra, el agua, las plantas y con nuestros ancestros. Parte de nuestra esperanza es que hoy en día, el 70 % de los alimentos producidos en el mundo se deben al trabajo de pequeños productores que habitan miles de comunidades en todo el mundo.

Muchos pueblos de Oaxaca continúan practicando innumerables y variados rituales asociados con el maíz, que expresan y celebran la cultura propia y cumplen funciones específicas en la vida cotidiana, en las labores agrícolas y en la relación con la Naturaleza. No podemos olvidar que por varios miles de años, la comida de los pueblos se basó en el maíz, el frijol, la calabaza, la papa, el jitomate, el amaranto, la chía, el cacao, el maguey y la crianza de animales, ligada a diversas formas de vincularse a la tierra y generando una gran variedad de platillos y bebidas.

Como pueblos tenemos el derecho a una vida digna y a tener tranquilidad en nuestros pueblos para que las nuevas generaciones tengan la oportunidad de disfrutar de esto tan maravilloso de lo que somos parte, como lo es el maíz. Nosotros tenemos nuestras propias formas de alimentarnos, de organizarnos, de relacionarnos, de vivir, de convivir, de aprender, de sanarnos y de comunicarnos, que van más allá de políticas públicas basadas en el capital y que son ajenas a nuestra cotidianidad.

Nos pronunciamos a favor de la Defensa del Maíz Nativo de Oaxaca, para definir nuestras propias formas de vincularnos con lo que comemos, poniendo en el centro de la vida nuestros saberes comunitarios que de forma ancestral han estado vinculados al territorio y que nos permiten irnos transformando de acuerdo con nuestras propias maneras y en nuestros propios tiempos.

Demandamos al Estado:

La prohibición de los agrotóxicos en general y no solo del glifosato, ya que estos venenos han causado muertes en comunidades humanas, animales, vegetales y de hongos en todo el planeta y en particular en comunidades oaxaqueñas que se han ilusionado por la productividad y los resultados rápidos pero peligrosos.

La prohibición de todos los cultivos transgénicos en el país, no solo del maíz, ya que al cultivarlos se deterioran las tierras por el manejo agroindustrial que les dan, al mismo tiempo que las envenenan con glifosato, el herbicida asociado a estos cultivos por la transnacional semillera Monsanto, hoy Bayer.

El apoyo a las iniciativas autónomas de campesinos y organizaciones para hacer producir la tierra como nos enseñaron nuestros ancestros, así como con las innovaciones que se van generando en las propias comunidades por los retos que enfrentan y que no dejan de lado los elementos que constituyen la comunalidad.

El último combate del Che

El 8 de octubre de 1967, el comandante Ernesto Che Guevara libró su último combate. Estaba en Bolivia, porción doliente de la Patria Grande; el ejército de aquel país había cercado a su unidad guerrillera en la quebrada del Yuro, pendiente pedregosa con escasa vegetación.

El día anterior, había escrito el postrer apunte en su diario de guerra: “Se cumplieron los 11 meses de nuestra inauguración guerrillera sin complicaciones, bucólicamente. Salimos los 17 con una luna muy pequeña y la marcha fue muy fatigosa y dejando mucho rastro por el cañón donde estábamos”.

El tiroteo comenzó al mediodía; después de un tiempo de fuego intenso, el comandante insurgente recibió dos balazos: uno en la pierna y el otro acalló su fusil. Había terminado su lucha  contra el ejército boliviano y su combate diario contra el asma y el hambre.

Herido y desarmado, el Che intentó una fuga imposible hacia “zonas más propicias”, pero fue detenido y trasladado al pueblo de La Higuera, donde se negó a discutir con sus captores.

Reunidos en la capital del país, al día siguiente, altos jefes militares decidieron asesinarlo. Oficiales entrados por el ejército de Estados Unidos, ordenaron a suboficial disparar contra el prisionero inerme. Mario Terán tuvo que emborracharse para poder cumplir el cometido; lo logró en un segundo intento, pero fue necesario que otro borracho disparara el tiro final.

En el prólogo al Diario del Che en Bolivia, publicado después de su asesinato, el comandante Fidel Castro escribió: “Pocas veces en la historia, o tal vez nunca, una figura, un nombre, un ejemplo, se han universalizado con tal celeridad y apasionante fuerza. Es que el Che encarna en su forma más pura y desinteresada el espíritu internacionalista que caracteriza al mundo de hoy y cada vez al de mañana. (…) De un continente oprimido ayer por las potencias coloniales, explotado hoy y mantenido en el retraso y en el subdesarrollo más inicuo por el imperialismo yanqui, surge esa singular figura que se convierte en aliento universal de lucha revolucionaria hasta en las propias metrópolis imperialistas y colonialistas. Los imperialistas yanquis temen la fuerza de ese ejemplo y todo lo que pueda contribuir a divulgarlo. Es el valor intrínseco del Diario, expresión viva de una personalidad extraordinaria, lección guerrillera escrita al calor y la tensión de cada día, pólvora inflamable, demostración real de que el hombre latinoamericano no es impotente frente a los esclavizadores de pueblos y sus ejércitos mercenarios”.

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