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Consultorio del Alma Cuenta Conmigo: La magia de la primera cita

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Foto(s): Cortesía
Alejandra López Martínez

Gloria Cruz González

¡Pero no te vayas a enamorar, eh!, recuerda que es tu primera cita.

“Fue el consejo de una gentil amiga quien sabe de qué pie cojeo, pues ella me ha escuchado en múltiples ocasiones después de que conozco a un hombre y quedo presa de sus encantos; pero, ¿cómo no enamorarse en la primera cita?, si son mágicas, como la mejor escena de una película romántica -que dicho sea de paso, he visto muchas-. Cada una de ellas despierta en mí emoción y añoranza por encontrar a ese hombre que tengo en mente: gentil, caballeroso, educado, inteligente, romántico, valiente, guapo, ¡porque existen, tienen que existir!, y lo encuentro siempre en la primera cita, es la magia de ese singular encuentro. 

“A veces solo basta la forma en que me mira para saber que es el indicado. Así pasó cuando quedé enamorada de mi maestro de literatura, me veía de una forma tan especial que inmediatamente me robó el corazón, nuestro amor se selló al leerme un poema que escribió para un momento especial como éste. Después volví a enamorarme de un hombre por su voz, hablaba mucho, contaba historias muy interesantes, podía pasar horas escuchándolo, cuando se detenía le hacía preguntas para disfrutar su voz varonil. En otra cita quedé presa de los encantos de un hombre que había recorrido el mundo, su gran seguridad y arrogancia fueron suficientes aquella vez. La advertencia que me hace mi amiga, es porque su sensatez le permite ver lo que para mí pasa desapercibido y vislumbra el fatídico fin”.

Este acontecimiento curioso, de la vida amorosa en las mujeres, es común para mí escucharlo tanto en amigas, como en la práctica clínica. El relato anterior me permitirá explicar algunos elementos de la vida afectiva de las mujeres que entran en juego en sus relaciones amorosas.

El autoengaño

Es de llamar la atención cómo a nuestra protagonista le basta una mirada, la forma de hablar o el saber qué le adjudica a un hombre, para establecer un vínculo amoroso con ellos; estos elementos que ya se encuentran fijados con anterioridad, pues son representaciones psíquicas que se van a enlazar con vivencias actuales, que cuando se encuentran con ellas las llena de contenido. Eso explica porqué -en el mejor de los casos- la mujer puede tener ante sí un hombre atento y gentil o estar frente a un patán y aún así sostener el engaño.

Minusvalía

En el caso que nos ocupa, en el ideal de hombre que construyó la joven, ella espera que él cumpla con una larga lista de deseos, pues son cualidades que la entidad psíquica llamada Yo cree merecer, ¿y por qué no? ¡eso y más!; es lo que llamamos un ideal narcisista. Sin embargo, la realidad dista mucho de esa ilusión, pues la mayoría de las veces la mujer se vive inmerecedora de ese gran hombre y se siente afortunada porque aquel príncipe se fijó en ella, por lo que este sentimiento de minusvalía le generará miedo de perderlo o bien, la llevará a tomar una postura donde permita que su pareja la degrade.

El capricho

La mayoría de las mujeres tenemos una característica especial, que a veces parece un don y otras una calamidad, la perseverancia, la obstinación, algunos le llaman también capricho. “¡Es éste!, ¡porque así tiene que ser!, ¡cómo que no!” Permitirse sostener una relación por capricho acarrea un sufrimiento que pareciera menos costoso que renunciar a ese hombre, a pesar de no haber cumplido las expectativas depositadas en él, más aún, si se tiene la sospecha que ese hombre -aunque ya degradado- puede ser de otra.

El infortunio

Estos elementos de la vida afectiva no serán suficientes. Al igual que en la mayoría de situaciones que se perciben mágicas, como las primeras citas, estas tienen fin, pues la dura realidad pronto se impone y trae a la superficie lo que oculta el embelesamiento del yo. En este caso, lo que cae, es eso oculto por los anhelos de nuestra joven, y queda así la vivencia de la mujer de que ese príncipe es “un simple mortal”.  Ante esto hay dos opciones: seguir negando la realidad o bien aferrarse a que las cosas puedan cambiar con el paso del tiempo, pues es muy difícil renunciar a todas las fantasías que ya se establecieron. El tiempo y sufrimiento que implicará sostener esa relación va a depender de cada mujer, de las construcciones que ha realizado, de la intensidad con que emergen y la disposición a cambiar su visión del amor.

Fin de la magia

Finalmente, estos elementos que se observaron en la vida psíquica de esta enamoradiza mujer, protagonista de nuestra historia, que tiene la característica de enamorarse en la primera cita, actúan como especie de conjuro que se repite. Por lo tanto, cada primer encuentro es el relanzamiento de sus anhelos forjados en la tierna infancia, los cuales se fijaron por la manera que estableció las relaciones afectivas con sus primeros objetos de amor, que por regla general son los progenitores. Lo demás es solo una constante búsqueda de ellos.

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