Margarita R. Pérez Díaz es originaria de Pinotepa Nacional, a donde pretende llevar su obra en el futuro. La pintora, quien propuso una serie de cuadros para un hostal en el barrio de Xochimilco, comparte que en su proceso, algunas veces pinta el fondo con acrílicos, a los cuales adhiere revelaciones en forma de sueños, manos y mitades de cuerpos que complementan la armonía de su interior llevado al lienzo.
En la muestra inaugurada este sábado, en La Casa Carlota, montó una serie de rostros, en la cual recoge varias técnicas, acrílicos sobre tela, madera, mixtas y collages. Se trata de una serie de 12 piezas que se pueden observar en el espacio, que acoge la muestra conformada en los últimos dos meses.
"El arte representa mi sentir, mi niñez, lo que guardo y que expreso a través de la pintura. Desde que era niña me salía a una hamaca a tratar de dibujar los rayos del sol, aunque este siempre me ganara; pero desde que tengo uso de razón, de forma autodidacta me he dedicado a la pintura. Me casé joven, tuve cuatro hijos y luego volví a pintar. He tenido muchos maestros en este trayecto y de todos he aprendido algo".
"El arte no se puede dejar; ya cuando uno se une con este sentir, vuelve cada vez"
Rostros da cuenta de esa pasión por el cuerpo y la figura humana. Muchos de sus cuadros sugieren: "Estaba aquí, en tus pensamientos más recónditos, en tu mundo imaginario y de nuevo en los sueños. Esa vida paralela, y que brota en repentina revelación".
Es así que mucho de lo que plasma en su obra se trata de un constante descubrir, los hallazgos tras la observación. "Es como verme en forma introspectiva. Aquí estoy fragmentada, pero completa. Como la vida que pasa tan veloz, dejando una muestra de ofrecimientos, conocimientos y amor. Es la libertad que llevamos en nosotros mismos".
Cita a uno de sus maestros, el artista y poeta chileno, Ludwing Zeller: "La vida es tan sólo la piel de un espejismo". Sabe que una de las bondades que encierra el arte es la de permitir experimentar universos variados y distintos que permiten viajar y salir de las ataduras de la menta.
"Empiezo a pintar sabiendo muy poco, no tengo idea preconcebida. Empiezo como en un juego. Puedo agregar la figura de una figura con alas, vegetación exhuberante, fragmentar cuerpos, darles la sensación de movimiento", apunta.
