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Sobrevivir a la COVID; secuelas interminables para familias de Oaxaca

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Foto(s): Nadia Altamirano Díaz
Nadia Altamirano Díaz

Cada que tiene una molestia en su espalda o mira cómo perdió masa muscular en sus piernas, Esteban piensa sin dudarlo que su vida tiene un antes y un después de la  COVID-19, cuyos primeros dos casos en Oaxaca se confirmaron el 14 de marzo de 2020.

Tres días antes de esa  fecha, la Organización  Mundial de  la Salud  declaró el inicio de una emergencia sanitaria internacional, la cual terminó hasta mayo de 2023, una vez que la enfermedad respiratoria se integró al amplio catálogo de las existentes previamente.

 

 

La catástrofe

“Más que una enfermedad, fue algo catastrófico que nos desestabilizó física, económica, moralmente y en el ámbito familiar”, asegura Esteban, quien en 2021 perdió a su padre Gerardo por la COVID-19.

Eulalio, el padre de Araceli también falleció por COVID-19 en 2021 y ella lo sigue sintiendo como si apenas hubiera ocurrido ayer.

“Yo me quería morir cuando mi papá se fue”, dice una mujer de 39 años para quien la COVID-19 representó que una plaga llegara a su casa que alcanzó a siete integrantes casi al mismo tiempo.

En casa de Araceli los primeros que enfermaron fueron ella y su hermano menor. Su padre se encargó de llevarla a realizarse los exámenes y a encabezar la lucha familiar por la salud, hasta que el médico detectó que también se contagió.

 

 

“Se empezó a cansar, el doctor le dijo que ya no se debía mover”, recuerda Araceli, quien en cuanto se recuperó se encargó del aseo y comida para su esposo, sus dos hijas, su mamá y su papá.

Las dos semanas en las que Eulalio estuvo en cama su familia vivió el estrés diario de intentar recargar el tanque de oxígeno que con trabajo y a un alto precio consiguieron rentar.

Era enero de 2021 y Oaxaca vivía la primera y más fuerte crisis sanitaria por una enfermedad nueva para la que no había un tratamiento específico, vacuna ni capacidad hospitalaria suficiente.

Elba, la esposa de Eulalio, fue la primera que contradijo su petición de ingresar a un hospital. La infraestructura hospitalaria estaba rebasada y su ingreso representaba lo mismo que una sentencia de muerte.

 

 

“En el hospital se iba a ir más rápido, así que lo tuvimos en casa”, recuerda entre lágrimas Araceli, quien tiene fresco el recuerdo de la camisa nueva, color azul cielo, que junto con un pantalón negro le pusieron al cuerpo de su padre sobre su pijama, como si fuera una sábana, porque la funeraria les sugirió no tocarlo.

El ataúd, sellado con plástico transparente, estuvo algunas horas en la sala de la casa de Eulalio, se enterró el mismo día, sin velorio ni misa, como la pandemia imponía en los duelos.

 

 

Enfermedad letal

La primera muerte oficial por COVID-19 en la entidad ocurrió en el Hospital Regional de Alta Especialidad de Oaxaca el 29 de marzo en un hombre adulto originario de Santa María Atzompa, municipio de los Valles Centrales.

Desde esa muerte y hasta el 12 de marzo de este 2024, la Unidad de Inteligencia en Salud del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) contabiliza en Oaxaca 308 mil 601 personas estudiadas.

Son 7 mil 705 personas que se quedaron sin posibilidad de resultado de la toma de la muestra, 161 mil 798 con resultado positivo, 29 mil 140 hospitalizados y 6 mil 467 defunciones documentadas.

 

 

Además de esas cifras oficiales recopiladas en el en el Sistema de Vigilancia Epidemiológica de Enfermedades Respiratorias (SISVER), la Secretaría de Salud Federal identificó que por cada seis defunciones reportadas, cuatro quedaron fuera de la estadística.

Con corte al 4 de febrero de 2024 se pudo constatar que mientras Oaxaca reportó 6 mil 456 defunciones por COVID al SISVER, al cotejar las actas de defunción expedidas por las oficialías del Registro Civil suman 11 mil 44 personas fallecidas por COVID.

 

 

En primera línea

Por 20 años Carina ha sido enfermera, pero nada se compara a lo que vivió al estar dentro del área COVID-19 del Hospital General de Zona 01 del IMSS Doctor Demetrio Mayoral Pardo, ya que no tenía antecedente de ver morir a pacientes con tanta frecuencia.

“Tenía 46 años cuando inició la lucha contra la COVID-19” que cambió la forma de atención, “empezando con el traje que debíamos portar”, el baño después de cada jornada y todos los cuidados para no infectarse.

“Lo más duro fue ver la muerte de cerca de nuestros pacientes a nuestro cuidado” en tiempos que obligaban a conjuntar los conocimientos médicos, con la empatía, el amor a la profesión y hasta conocimientos de psicología porque no había posibilidad de visitas familiares.

 

 

Para la doctora en biomedicina molecular y ex jefa de la Unidad de Epidemiología de los Servicios de Salud de Oaxaca, Yuko Nakamura López, el costo que se tuvo que pagar por sobrevivir a la COVID-10 va de lo económico, a lo social y lo emocional, sobre todo porque “cada persona lo vivió de manera distinta”.

Pero a esa pandemia hay otras mayores que le sobreviven: la obesidad, la diabetes y la hipertensión que son enfermedades que hacen que todavía la COVID-19 se presente de manera severa.

A pesar de que en febrero de 2021 se comenzó con la vacunación a los distintos grupos poblacionales en Oaxaca, todavía se siguen reportando decesos, como los 11 contabilizados en este 2024.

Depresión, deudas económicas y ausencias físicas, pero sobre todo aprender a vivir la vida con empatía y no esperar a enfermar de gravedad para atender la salud, son las enseñanzas que Esteban y Araceli nombran cuatro años después de que en Oaxaca el virus SARS-CoV-2 comenzó a diseminarse con una rapidez letal que no quisieran que se repita.

  

 

14 de marzo de 2020

Oaxaca notifica sus primeros dos casos de COVID-19 en Valles Centrales:

Un hombre de La Ciénega Zimatlán y una mujer de Oaxaca de Juárez con antecedente de viaje al extranjero.

161 mil 789 casos confirmados al 12 de marzo de 2024.

6 mil 467 muertes contabilizadas por autoridades de salud.

11 mil 44 actas de defunción con COVID-19 como causa de muerte.

Letalidad acumulada: 4%.

 

 

“Más que una enfermedad, fue algo catastrófico que nos desestabilizó física, económica, moralmente y en el ámbito familiar”.

 Esteban, quien perdió a su padre por la COVID-19

 

“En el hospital se iba a ir más rápido, así que lo tuvimos en casa”.

Elba, esposa de Eulalio quien falleció por COVID-919

 

“Lo más duro fue ver la muerte de cerca de nuestros pacientes a nuestro cuidado”.

Carina, enfermera

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