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"¡Tiembla!": recuerdos del 7 de septiembre, una noche de terror...

Foto(s): Cortesía
Giovanna Martínez

Era una noche del jueves 7 de septiembre del 2017, cuando Vilma Marín, desde la comodidad de su cama, acababa de apagar la televisión pues habían concluído las noticias en un canal; ella dormitaba, estaba a punto de conciliar el sueño, cuando de pronto sintió que todo se movía. 

Eran las 23:49:17 horas, cuando un sismo de gran magnitud despertó a la población que en un primer momento no dimensionó con lo que se enfrentaría conforme pasaban los segundos; “fueron los dos minutos más eternos, ya que no paraba, se sentía muy fuerte ese temblor”, recuerda Guadalupe, hija de Vilma.

Aquella noche, como pudo, Vilma se paró de la cama y corrió a la salida; en ese momento la luz eléctrica se esfumó y ya en el patio observó en el cielo unos rayos de luz, recuerda que aquella noche había llovido, pensó que se trataba de eso y no le dió importancia. 

No pudo conciliar el sueño, ya que las réplicas del sismo continuaron; en algún momento pudo dormitar, pero cuando caía aquella botella de vidrio que había colocado boca abajo, se levantaba inmediatamente y salía al patio.  

Durante sus narraciones, recordó que escuchó el crujir de las paredes; nunca pensó que a la mañana siguiente se daría cuenta que su vivienda de interés social resultó dañada por el sismo. 

El recuento de los daños 

La vivienda de Vilma, ubicada en el municipio de Santo Domingo Tehuantepec, resultó con algunos daños en paredes, pero no se comparaba con lo que habían sufrido otras familias en este mismo municipio, el de Juchitán de Zaragoza, Asunción Ixtaltepec, Ciudad Ixtepec, Salina Cruz y otras 50 localidades más. 

De acuerdo con datos del Gobierno de México, el sismo de magnitud 8.2 grados, localizado en el Golfo de Tehuantepec, a 133 kilómetros al suroeste de Pijijiapan, Chiapas, causó la muerte de 99 personas: 79 en Oaxaca, 16 en Chiapas y cuatro en Tabasco

Se reportaron 449 mil 628 damnificados, 112 mil 407 viviendas afectadas, seis mil 419 escuelas y 51 hospitales con afectaciones. Las pérdidas económicas sumaron cerca de 19 mil 257 millones de pesos; el estado más afectado fue Oaxaca. 

Dos días después del sismo, se habían registrado 482 réplicas y 15 días después, 4,326 réplicas, siendo la más grande de ellas de 6.1 grados. 

En la actualidad, aún existen damnificados que continúan esperando la ayuda del gobierno, aquella que les han prometido desde aquel fatídico día y que a seis años no llega.

De acuerdo con un reportaje de Milenio, el pasado 1 de febrero del 2019, la Auditoría Superior de la Federación (ASF) concluyó que los padrones de damnificados de los sismos del 2017 en ocho entidades fueron un desastre. 

En aquel entonces, la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) que encabezaba Rosario Robles, tenía que destinar siete mil millones de pesos para las personas que quedaron sin casa, para reconstrucción. 

Pese a que la ASF solicitó una aclaración del destino del monto, a seis años, aún queda la duda en qué se repartió ese dinero. La solicitud de aclaración nunca se atendió. A la fecha, el estatus es “en seguimiento” y el destino del dinero se desconoce, sin que se hayan presentado denuncias penales ni administrativas. Y es muy probable que el desfalco ya haya prescrito.

Un día que nunca se olvidará 

Este terremoto fue el de mayor magnitud registrado en casi un siglo en México; en la actualidad, varios oaxaqueños guardan aquel recuerdo; “ya no me volveré a confiar nunca más, cada que tiembla me asusto, pienso si aquel día se volverá a repetir”, comenta Lidia.

Oaxaca es uno de los estados más sísmicos del país. Su geología refleja que gran parte de su territorio esté sometido a enormes esfuerzos que causan, entre otros efectos, grandes terremotos. Es raro el habitante de la Costa, del Istmo y en general dentro de todo el estado, que no haya sentido alguna vez un temblor.

De acuerdo con información del Gobierno de México, aunque la interacción entre placas tectónicas es la principal causa de los sismos, no es la única. Cualquier proceso que pueda lograr grandes concentraciones de energía en las rocas puede generar sismos cuyo tamaño dependerá, entre otros factores, de qué tan grande sea la zona de concentración del esfuerzo.

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