Alejandro José Ortiz Sampablo
En qué consiste el tratamiento psicoanalítico, se puede explicar de diversas maneras. Una de ellas se extrae de uno de los casos paradigmáticos del creador del Psicoanálisis, Sigmund Freud.
El tratamiento psicoanalítico
El procedimiento consta de tres pasos fundamentales: Conseguir del paciente la información necesaria, la cual incluye ciertas confesiones que perturban a la entidad psíquica llamada Yo. Este paso es imprescindible, pues de no lograrse, será imposible el segundo: sustituir el conocimiento de causa; dicho en otras palabras, tener la observación del fenómeno psíquico desde varios vértices, lo que nos arrojaría diferentes explicaciones de ello. En esto último, el psicoanalista requerirá prudencia para no llegar a conclusiones apresuradas, pues de no tenerla, el tercer paso —lograr la interpretación del mal que aqueja al paciente—, será impreciso, debido a que se hace sobre el éxito conseguido en los pasos anteriores. Ya dentro del tratamiento, estos pasos tendrán otras implicaciones.
Con esta caracterización del procedimiento clínico, regresemos a nuestro tema. Será inevitable acoger la idea de que el profesional psi que ha adoptado a la infidelidad como modo de satisfacción, solo expresa en ello una ínfima parte de su dinámica psíquica. ¿Será consciente de los procesos de pensamiento que lo llevan a sostener dicho actuar, desde aquellos que lo llevan a autorizarse, hasta esos con los cuales lo justifica? Por otro lado, cuando en un proceso psicoanalítico se lleva al paciente a realizar las confesiones requeridas, el resultado arroja que la dinámica psíquica puesta en el fenómeno mencionado irriga prácticamente toda su vida, es decir, los procesos de pensamiento con los cuales se autoriza y justifica su infidelidad se repiten en sus demás relaciones con el mundo exterior.
En varias ocasiones, Sigmund Freud se refirió al psicoanálisis como una segunda educación, lo que puede tener varios sentidos. En este caso, lo tomaremos como aquella que lleva al Yo a adquirir docilidad para observar de sí mismo eso que lo llevó a su patología (y no me refiero a la infidelidad, que es solo una ínfima parte del acontecer psíquico del sujeto en cuestión). Como podemos suponer, dicho acto requiere valentía y sensatez, ya que se trata de observar eso que no se quiere observar. De lograrlo, el mismo sujeto pondría en cuestionamiento las formas en que obtiene su goce.
Como se puede ver, adquirir los elementos necesarios para ejecutar la investigación psicológica y su terapéutica difícilmente se obtendrán académicamente, pues la adquisición de teoría permite al Yo alejarse de la observación de sí, de eso que él no quiere saber. Las más de las veces, la teoría, para quien pretende ejercer la atención de pacientes, termina siendo una muralla que no permite siquiera lograr el primer paso del procedimiento psicoanalítico. Es por ello la importancia de eso que llamamos la formación de los psicoanalistas, donde el saber teórico reviste al sujeto como investigador. Es decir, hablamos de adquirir dicha disposición psíquica.
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