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Exigen no dar carpetazo al caso de Ana, asesinada en Pochutlan

Foto(s): Cortesía
Citlalli López Velázquez

Citlalli López Velázquez 

El asesinato de Ana V. en El Ciruelo, Pochutla, dejó a tres menores de edad en la orfandad, indignación entre la población y miedo entre la familia. “Yo no temo morir, lo que realmente temo es dejar a mis hijos solos. Yo salgo y duermo con temor. Mi conciencia está tranquila porque no soy una persona de mal comportamiento, pero es difícil vivir esta situación”, expresa José Jiménez, quien fuera esposo de Ana.

Han pasado tres días del feminicidio, el dolor es intenso. “Las autoridades vinieron a levantar pesquisas, estuvieron investigando, le tomaron una declaración a mi mamá. Sí los veo trabajado, sólo espero que no le den carpetazo”, señala José.

Ana V., de 30 años de edad, se encontraba a la orilla de la carretera federal 175, entre El Ciruelo y la comunidad de Tahueca, perteneciente a San Pedro Pochutla, cuando fue interceptada por personas armadas quienes abrieron fuego en su contra.

José sigue sin dar crédito a lo ocurrido. “Si algo teníamos pendiente, esa no era la forma. Yo dejo las cosas en mano de la justicia humana, confío en que hará todo por dar con los culpables y si no, tendrá que ser la justicia divina”, expresa.

Tras el asesinato de Ana, sus tres hijos sufren su ausencia. El más pequeño, de tres años de edad, quien aún era amamantado, sigue esperando a que su madre regrese

“Es difícil lo que estamos pasando más aún con tres niños uno de tres años que aún tomaba pecho. Él se levanta en las noches llorando, pidiendo a su mamá, preguntando por ella. Me dice: avísale a mi mamá, quiero hablar con ella, eso me rompe el alma. Como esposo, como compañero de ella pido a las autoridades que no dejen este caso impune como muchos otros”.

Ana fue la víctima 26 de este 2022, año que ha tenido un arranque fatídico para las mujeres.

“Le quitaron la vida no sólo a mi esposa, a mi compañera de vida, le quitaron la vida a la mamá de tres niños, eso no se vale”, reflexionó.

José o “Chepe”, como es conocido en la localidad, describe a Ana como una persona trabajadora y amable, una persona que no tenía problemas.

“Quien conoció a mi esposa sabe que era una persona que luchaba día a día vendiendo perfumes, tamales, vendía de todo para que no nos faltara nada, tanto a los niños como a mí, cuando había veces que no tenía trabajo. La gente no puede creer que ella haya partido de esta forma”, concluyó.

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