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Consultorio del alma: La dicha de perder el tiempo

Consultorio del alma
Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

 

En la nota anterior de esta serie vimos cómo el uso inadecuado del tiempo puede tener repercusiones psíquicas significativas. Las personas que experimentan una constante sensación de falta de tiempo pueden desarrollar ansiedad, depresión o síntomas de agotamiento. Hablando ya de cuestiones prácticas, el manejo inadecuado del tiempo puede afectar negativamente las relaciones personales y laborales, lo cual impacta a la autoestima y la confianza en uno mismo.

Entrar en contacto con la realidad nos precisa mediar entre los deseos del Yo, que busca satisfacerlos de diversas formas, y las demandas de la vida. Retomaremos el punto en la conclusión de este artículo.

 

Nuestras necesidades temporales

 

Todos conocemos a un individuo que parece nunca perder de vista la importancia de cumplir con las responsabilidades y objetivos que previamente ha establecido para sí. Aunque sea difícil de creer, a estas personas no les son ajenas las distracciones o los deseos de anteponer el ocio y el placer a las responsabilidades. El Yo constantemente debe negociar entre los deseos inmediatos y las metas a largo plazo; por ejemplo, puede enfrentar el dilema de asistir a una fiesta o estudiar para un examen. Lo ideal es lograr un equilibrio que satisfaga tanto las necesidades inmediatas como las futuras, pero bien sabido es que cuando las actividades requeridas están enlazadas a nuestros conflictos, son más difíciles de comenzar y de centrarnos en ellas, ya que toman un cariz desagradable, incluso entorpeciendo nuestras decisiones.

 

El tiempo a través del tiempo

 

A lo largo de nuestra vida, nuestras nociones del tiempo varían en su lógica y su percepción. Cuando niños, apenas nos damos cuenta de que el día se termina al llegar la noche; pero el futuro se ubica en el terreno de la fantasía. Conforme vamos creciendo, cobramos conciencia de que hay un mañana, pero el ímpetu de la juventud en general nos impide pensar o planificar a largo plazo, de ahí que muchos jóvenes tengan prisa por vivir la mayor cantidad de experiencias, en muchas ocasiones sin medir las consecuencias que estas puedan tener en su futuro. Podríamos pensar que el adulto gestiona su tiempo de manera distinta, más eficaz y con perspectiva de largo plazo; pero aunque en teoría la realidad ha impuesto sus condiciones en nuestras vidas, no son pocas las personas que llegan a la edad adulta cargando con una gran cantidad de planes y sueños inconclusos o postergados, adoleciendo de serios problemas para gestionar su tiempo. Aquí se corrobora la intemporalidad de nuestra  vida psíquica.

Si bien, por un lado la vida real adulta nos exige satisfacer ciertas demandas, y por el otro la instancia psíquica llamada Yo tiende necesariamente a su propia satisfacción a través del goce, el atender las primeras no significa necesariamente renunciar a lo segundo, pues en la mayoría de los casos la responsabilidad, la puntualidad y el esfuerzo son formas o vías sofisticadas mediante las cuales el Yo puede asegurar su satisfacción.

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