Alejandro José Ortiz Sampablo
Hace unos días, una paciente me compartió un pensamiento y le pregunté si podía escribir sobre él, a lo que accedió gentilmente.
Ella expresa: “He pensado que la vida es como una caja donde el tiempo nos engaña, nos hace creer que las cosas cambian. Realmente el que cambia físicamente es uno, pero muchas veces todo sigue igual”.
La autora de esta reflexión es en extremo joven, y su pensamiento puede entenderse en varios sentidos, entre ellos el del despertar.
El dormir despierto
En el día a día, casi todos los seres humanos quedan absorbidos por el empuje de las exigencias de la vida; otros más, sólo se dejan llevar. Se vuelve habitual responder de manera inmediata a esas demandas hasta que una nueva etapa de la vida eventualmente cambia esa rutina, o más bien, la sustituye por otra. Romper con estas rutinas es algo casi imposible, más aún cuando el individuo piensa que la vida es así, como lo resume la famosa frase “aquí nos tocó vivir”, o la sentencia de “haga lo que haga no cambiará su destino”; pero de adoptar estos pensamientos, es probable que al paso del tiempo la persona caiga en estados depresivos.
Por otro lado, el cuerpo y el estado anímico siempre dan señales de que algo no marcha; con la salvedad de que, quien padece esos síntomas, no los relaciona con ello, pues vivimos en la época donde no se toma en cuenta la vida interna (alma) de los individuos. Por regla general, cuando el médico tratante no encuentra explicación fisiológica al padecer del enfermo, concluye que es asunto emocional, y en muchas otras ocasiones son los mismos profesionales de la Psicología quienes recurren a la misma conclusión para salir del paso ante los síntomas del paciente.
La persecución
Es importante aclarar que el desgano, los cambios en el estado anímico y algunos malestares en el cuerpo son propios de la existencia (de tener cuerpo y alma); pero en la actualidad vivimos en la era del bienestar, donde la humanidad ha comprado el ideal de salud y felicidad, con el agregado de hacer de ello un estándar sin contemplar las diferencias en cada persona. Seguir u obedecer esos estándares llega a convertirse en motivo de persecución a otros y al individuo mismo, lo que da por resultado álgidos estados de angustia.
La vida es una caja en donde las opciones para la felicidad o su opuesto son infinitas y el tiempo muy corto, sólo que vivimos en una época moral, donde no seguir los raseros que el mismo individuo adopta en el paso por la vida le provoca angustia, tristeza y otros males. Esa caja se torna más pequeña a medida que el tiempo transcurre; si tienes suerte, nunca despiertas; lo peor sería despertar cuando ya hay muy poco por hacer.
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