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La fiesta de Mario Vargas Llosa

Foto(s): Cortesía
Redacción

MONTERREY, Nuevo León.-  "La literatura convertía el sueño en vida y la vida en sueño y ponía al alcance del pedacito de hombre que era yo el universo de la literatura. Mi madre me contó que las primeras cosas que escribí fueron continuaciones de las historias que leía pues me apenaba que se terminaran o quería enmendarles el final".
Y acaso sea lo que Mario Vargas Llosa, quien festejó en días pasados 80 años, se ha pasado haciendo en la vida sin saberlo, dijo él mismo en su discurso de recepción del Nobel de Literatura, el 7 de diciembre del 2010: "prolongando en el tiempo, mientras crecía, maduraba y envejecía, las historias que llenaron mi infancia de exaltación y de aventuras".
En ese discurso, "El elogio de la lectura y la ficción", el escritor nacido en Arequipa, Perú, el 28 de marzo de 1936 cuenta sus razones para hacer de la literatura una forma de vida.
Incluía su primera ruptura: al hijo único de Dora Llosa Ureta y de Ernesto Vargas Maldonado, quien se separó de su pareja antes de nacer el niño, durante más de 10 años le aseguraron que su padre había muerto hasta que un día la madre lo sacó de la casa familiar del abuelo y le reveló la verdad.
"Tu papá no está muerto, tu papá vive; está aquí y te voy a llevar a conocerlo", le dijo la mujer.
"Yo tenía 11 años y, desde entonces, todo cambió", afirmó en el discurso. "Perdí la inocencia y descubrí la soledad, la autoridad, la vida adulta y el miedo. Mi salvación fue leer...".
Vivir con sus padres en Lima fue alejarlo de la tranquilidad, pero lo peor fue enfrentar a su papá, quien reprobaba la creación literaria. Nació entonces la rebeldía. El costo fue que lo enviaran por dos años al Colegio Militar Leoncio Prado, una pesadilla.
En 1997 se le preguntó a Vargas Llosa sobre aquel quiebre vital: "¿Sabes? Hace muchos años llegué a la conclusión de que esta relación (con su padre) resultó muy fértil, porque si no hubiera sido por mi padre, quien me obligó a entrar a este colegio, quizá no hubiera llegado al tema de mi primera novela".
Se refiere a La ciudad y los perros, que empezó a escribir en 1958 en Madrid, y que obtuvo en 1962 el Premio Biblioteca Breve, suceso inaugural del Boom literario. 
"Éste es el libro que más sorpresas me ha deparado y gracias al cual comencé a sentir que se hacía realidad el sueño que alentaba desde el pantalón corto: llegar a ser algún día un escritor", escribió en un prólogo de la novela.
Y lo ha sido: novelas, cuentos, ensayos, teatro y periodismo conforman una de las obras literarias mayúsculas en habla hispana. Nadie como Vargas Llosa para la ingeniería de la novela, la construcción de personajes, la innovación en las voces narrativas.


Hacia la novela total


En Los nuestros, del chileno Luis Harss, que registra el génesis del Boom latinoamericano, su autor afirma que para 1966, ya con La ciudad y los perros y el libro de relatos Los jefes, Vargas Llosa destacaba entre los jóvenes literatos. 
"Lo distinguía, además del talento, la dedicación", escribió Harss. "Era un inspirado que parecía haber nacido bajo una lengua de fuego. Tenía fuerza, fe y la verdadera furia creadora".
Pronto, Vargas Llosa destaca por su manera de abordar el espectro político en el Boom, integrado por escritores como Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez (de quien se distanció tras propinarle un puñetazo por razones de las que jamás ha hablado) y Julio Cortázar.
Le caracterizó sobre todo su anhelo de la novela total: desde la misma La ciudad y los perros y La casa verde hasta Conversación en la catedral y La guerra del fin del mundo, sin duda los títulos más afortunados de su bibliografía.
Es difícil hallar una novela irregular en Vargas Llosa. Dada su diversidad y fuerza, el narrador llegó así al siglo 21 como firme candidato al Nobel.
"Este novelista abrió el nuevo milenio con un regreso a varios de sus demonios conocidos -incluyendo la política- al publicar su novela más totalizante, ambiciosa y larga desde La guerra del fin del mundo: La fiesta del chivo", afirmó Raymond L. Williams en Vargas Llosa. Otra historia de un deicidio (2001).
Ya las novelas más recientes son las llenas de datos, clases de historia, historias tibias. Es, ciertamente, un declive natural, que no una pérdida drástica de su oficio.
Vargas Llosa, alta figura del pensamiento, que pasó del marxismo a la derecha al paso de los años, no ha estado exento de matices en su vida personal y pública: casado en primera instancia con su tía Julia, relación de la que saldría La tía Julia y el escribidor, y luego con su prima Patricia, se separó recientemente de ella para sostener una relación con la socialité Isabel Presyler. 
Fue candidato a la Presidencia del Perú y perdió frente a Alberto Fujimori, icono de la trapacería política sudamericana. En su más reciente novela, Cinco esquinas, aborda los tiempos corruptos del mandatario venido a menos.
"La literatura es una representación falaz de la vida que, sin embargo, nos ayuda a entenderla mejor, a orientarnos por el laberinto en el que nacimos, transcurrimos y morimos", dijo en su discurso de recepción del Nobel.
Superviviente de un modo de hacer literatura; rebelde e interlocutor extraordinario entre América Latina y Europa, Vargas Llosa llega intacto a los 80 años.
La fiesta vital de Mario continúa.

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