Pasar al contenido principal
x

Sombrero: artesanía olvidada

Foto(s): Cortesía
Giovanna Martínez

MIAHUATLÁN DE PORFIRIO DÍAZ, Oaxaca.- Su cuerpo se mantiene inmóvil; postrado en aquella silla, mantiene la mirada perdida, como añorando los buenos años.


Afuera de aquella vivienda yace un anuncio: “se elaboran sombreros”; apenas se percibe, la oxidación ha hecho sus estragos en aquella lámina; afuera, una persona toca a la puerta.


Don Lucino Pablo Martínez García se levanta y camina hacia la puerta, pero no lo buscan a él.


Con más de 40 años de experiencia en la fabricación artesanal de sombreros, don Lucino lamenta que las ventas en la actualidad son casi nulas. Es quizá el último artesano que elabora sombreros hechos de lana, denominados “panza de burro”.


Añoranza


Aquel hombre de 78 años asegura que elaborará sombreros hasta que Dios le preste vida; recuerda que anteriormente hacía 12 piezas a la semana; hoy, sus fuerzas solo le han permitido elaborar uno.



Toda una vida dedicada a esta artesanía.   FOTO: Giovanna Martínez

Asegura que en la actualidad son pocas las personas que utilizan sombreros, la mayoría personas de la tercera edad. Los jóvenes ya no están interesados.


Oficio de familia


Sus abuelos José Martínez y Apolinar García, y su padre Pedro Martínez le enseñaron las técnicas y precisión para elaborar las piezas. Tales fueron las enseñanzas, que a los 12 años de edad elaboró su primer sombrero.


Recuerda que en tiempos de su juventud le hacían pedidos por docena, lo cual ayudó por muchos años a sostener a su familia.



Hoy, su taller y herramientas lucen polvorientos; algunos instrumentos, oxidados; las telarañas han hecho sus nidos en las mesas que por varios años sirvieron de apoyo para los diferentes procesos de elaboración.



Antes, don Lucino elaboraba 12 sombreros en una semana.  FOTO: Giovanna Martínez

A don Lucino se le cristalizan los ojos, ya que su trabajo morirá con él, sin posibilidades de que el proceso artesanal sea rescatado en algún momento, debido a que muchos de sus aprendices han desistido por el desgaste físico que representa la elaboración.


Anteriormente, en Miahuatlán eran 12 familias las que se dedicaban a este oficio, pero debido al escaso uso del mismo, ha originado que estas hayan desistido y buscado otra forma de ganarse la vida.


El proceso


Para realizar un sombrero de “panza de burro”, se adquiere al menos un canasto grande de lana, esta se “espurga” para retirarle la basura; se extiende al sol y se “varea”, es decir, se toma una vara y se le golpea para que la lana “suelte”.


Enseguida, la lana pasa a la “carda” para que entre peines se limpie, se separe y se descompacte. Luego va a la “arcada” para formar las capas de lana que se utilizará en el sombrero.



La lana requiere un manejo especial para las artesanías.  FOTO: Giovanna Martínez

La lana pasa a la plancha, se forma la capa y se empieza a “bastir”; se “cuaje” la lana y se va formando el sombrero; se va al agua hirviendo, se echa la cera  y la lana tiende a reducirse; enseguida pasa a la “horma” la medida de la cabeza del cliente y se cepilla; por último, se pone a secar al sol.


Para quienes solicitan algún color en especial, la lana se tiñe con colores naturales.


Bajo precio y mucho esfuerzo


Su esposa Silvia García Figueroa recuerda que hace 40 años, cuando se casaron, la docena de sombreros se pagaba en 250 pesos; “era muy barato y en esa época tenía hasta trabajadores”.


En la actualidad, si no hay demanda, ¿quién se va preocupar por trabajarlo?, se pregunta don Lucino, pues asegura que los jóvenes ya no quieren aprender porque es un trabajo pesado, debido a que implica estar parado todo el tiempo y meter las manos en vapor y agua hirviendo.



Las telarañas han hecho sus nidos en las mesas que por varios años sirvieron de apoyo para los diferentes procesos de elaboración.  FOTO: Giovanna Martínez

Agregó qué hay sombrereros, pero para vender lo abaratan, los materiales ya no son los mismos, debido a que le agregan goma y al momento de doblarlos se quiebran y las industrias no pueden fabricar este tipo de sombrero porque es artesanal; “esperemos en Dios que me dé vida para que lo siga haciendo”, expresa don Lucino.


El precio en el que se vende ahora un sombrero es de 4 mil 500 pesos, pero este no se compara con todo el esfuerzo que conlleva la elaboración.


El artesano coloca sus manos sobre el rostro de su esposa; ella comenta que sus manos aún se sienten calientes, a pesar de que hace dos días no trabaja con la fragua.


Ambos viven en una vivienda de concreto y lámina; son personas humildes que en sus memorias vivirán aquellos recuerdos de cuando un sombrero de “panza de burro” era la moda entre varones y participantes de la Guelaguetza. Es una artesanía olvidada, que quizá en unos años desaparezca.

Noticias ¡Cerca de ti!

Conoce los servicios publicitarios que impulsarán tu marca a otro nivel.