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S-35 expande cáncer de bloqueos

Foto(s): Cortesía
Redacción

La zona metropolitana de la capital devino en anarquía: tráfico vehicular intenso en las zonas sur, oriente y poniente; escasos elementos de la Policía Vial para ordenar rutas alternas; disputas, gritos, altercados, recriminaciones.


Pero los agremiados a la Sección 35 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Secretaría de Salud no se inmutaron. Por primera vez en varios años, salieron a las calles a bloquear, en demanda de pago en efectivo el concepto de uniformes, para más de 12 mil trabajadores.


Y juegan


09:00 horas del miércoles. Los dos hombres calientan el brazo. Mueven la clavícula en círculos; estiran el brazo. Y desde montículo ¡suelta la pelota! En el otro extremo, junto a un tráiler y un camión de pasajeros, otro cacha. Uno más recibe la bola de regreso.


Así se divierten los sindicalizados de Salud en el crucero del monumento a don Benito Juárez, en la zona oriente.


En los alrededores: “¡Órale cabrones! ¡Si así como juegan trabajaran!”. La irritación popular; el caos por el intenso tráfico; coches y camiones que se suben al camellón para librar el paso. Taxistas colectivos y mototaxistas que hacen su agosto.


Este, oeste y sur de la ciudad de Oaxaca, bloqueados. Sitio que impuso la Sección 35 que dirige el enfermero Mario Félix Pacheco, todo para que les den en efectivo el importe de los uniformes de este 2016.


Las escenas por doquier: señoras campesinas con bultos de verduras en la cabeza y bajo el brazo; señoras jalando al chamaco para llegar temprano a la escuela; señoras irritadas que no entienden por qué las afectaciones. Señoras en silla de ruedas, en muletas… Turistas que caminan medio kilómetro para llegar al aeropuerto.


“¿No sabe por qué bloquean? La verdad ni estoy enterada, pero qué mal que nos perjudiquen así la vida”, dice doña Martha, que viene de Santa Lucía Ocotlán, a vender sus bolsas de nopalitos recién cortados.


Día seis de paro de labores de los sindicalizados que, sin importar la salud de los oaxaqueños, perjudican a todos. La autoridad no se ve por ningún lado.


Irritación generalizada


Rumbo al aeropuerto, una decena de turistas ve con azoro la forma de manifestarse los oaxaqueños; vestimenta ligera, maletas arrastrando, pasan por los montones de vehículos y de gente, vestida en su mayoría de playera blanca y con logotipo del sindicato de Salud.


“¡Jolines! Qué manera de fregar a la gente. ¿Qué no hay otra forma de hace vos sus protestas?”, masculla un hombre entrecano, que va a abordar su avión con sus compañeros, con destino a la ciudad de México.


Ménos cómodo, más complicado, gruesas gotas de sudor en la frente, decenas de mujeres que pasan y pasan con su cargamento sobre la cabeza o bajo el brazo.


Son de Ocotlán, de Zimatlán y otras localidades al sur, que llevan su mercancía a la Central de Abasto u otros mercados más pequeños de la capital.


“¿Usted sabe por qué protestan?”, cuestiona don Armando al reportero, cuando cruza caminando el “plantón”, en busca de su mujer, que se fue a una cita médica.


“¿Quiénes son? ¿Qué quieren?”, dice otra mujer, anciana, que lleva una pesada bolsa. Una licuadora que le deben reparar en el centro de la capital. “Mire, en mala hora se me ocurrió traerlo, ¡está pesado!, y todavía me falta caminar mucho. ¿Que quieren que el gobierno les cumpla? ¿Está bien, no?”, dice. Sigue caminando en su vía crucis de media semana.


Los aprovechados


La situación no es nada diferente en el crucero de Hacienda Blanca, en la vía federal 190, la salida a la Ciudad de México. Un kilómetro antes, apenas pasando la gasolinera de la colonia La Joya, los mototaxistas huelen el negocio.


“¡Ya nadie pasa, ya nadie pasa! ¡Vuelta, vuelta, vuelta!”. Y colocan su propio retén con piedras que amontonan sobre el asfalto. El motivo: generar que la gente camine más tramos para que utilicen el servicio de sus unidades, y no solamente los taxis colectivos.


Pero los choferes de estos últimos se resisten; al final los improvisados manifestantes liberan el paso a los vehículos.


17:00 horas. Fieles al horario burocrático, los sindicalizados retoman sus vehículos, la mayoría de modelo reciente; doblan sus sillas, recojen sus mantas. Se marchan, se retiran. Mañana será un séptimo día de paro de labores. Mañana tocará el cierre de oficinas de gobierno. Jueves será otro día de caos, y de anarquía.

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