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Oaxaca y sus mil historias de la calle

Foto(s): Cortesía
Redacción

Una franela, un bote de agua con jabón, una esponja y el deseo de ser un profesionista, son las armas de trabajo de Filiberto, un futuro ingeniero agrónomo.


Limpiar parabrisas se convirtió para este joven, de 24 años de edad, en su principal fuente de ingresos para sobrellevar los gastos de sus estudios universitarios, pero también del que se apoyó para terminar su bachillerato.


Con el pantalón roto, sujeto por la cintura con un cordón, una playera desgastada por las mil lavadas y decolorada por el sol y una gorra de la que trata de escapar del sol, el universitario se alista para comenzar su jornada laboral.


Lleno de ilusiones, Filiberto ve en cada luz roja del semáforo, la oportunidad para ganarse uno, dos o cinco pesos; un gracias o nada.


Los cruceros de la capital y zona conurbada significan todo para este joven que ha dedicado cerca de 10 años de su vida a limpiar parabrisas, actividad de la que no ha podido escapar por falta de mejores oportunidades laborales que le permitan estudiar a la vez.


Rostros de esperanzas




Filiberto trabaja como limpiaparabrisas para pagar sus estudios. FOTO: Carlos Román Velasco

Filiberto acompaña sus mañanas con Nadia y Efrén, dos padres de familia que también se esfuerzan por llevar a casa ingresos para cada uno de sus hogares.


Debajo de un escuálido árbol en el camellón de la carretera 190, en jurisdicción de Santa Lucía del Camino, estas historias convergen en la necesidad de contar con un trabajo mejor pagado de lo que han ganado en comercios establecidos.


La mirada de Filberto es noble; su sonrisa está llena de esperanzas. En sus manos tiene su futuro y por eso también se esmera por hacer de su actual trabajo una noble actividad.


El joven ha trabajado por muchos años en los diferentes cruceros de la zona conurbada. Es todo un profesional en limpiar los vidrios de los coches y acepta sin reproches el “no” de las personas que rechazan sus servicios.


Mientras el verde marca en lo alto del semáforo para que la estampida de carros siga su paso, el estudiante del Instituto Tecnológico del Valle de Oaxaca apunta que le falta un año para concluir sus estudios.


Después, su sueño es ejercer su profesión, aunque la incertidumbre también lo acompaña, pues reconoce las limitadas ofertas laborales.


Filiberto asegura que ha tratado de “escapar” de su trabajo, pero éste le brinda las facilidades para estudiar a la vez.


“Como cualquiera, he buscado las facilidades posibles para trabajar en algo más, pero no dan oportunidad o tiempo para seguir mis estudios; eso me trae de nuevo a las calles”, sostiene.


A un paso de lograr su meta


A este trabajo, dice, le debe mucho. Le debe sus estudios de bachillerato y muy pronto los universitarios, por eso lo respeta y trata de salvarlo.


“Este oficio está muy deteriorado, se dice que es de la gente mal viviente, que es denigrante, y aunque hay de todo, muchos son padres de familia que se esfuerzan por llevar el pan a su casa, y otros como yo tratamos de superarnos”, expresa Filiberto mientras aprieta la agujeta que sirve como cinturón de su pantalón.



El futuro ingerniero agrónomo detalla que por jornada, que comprende de seis o siete horas, logra obtener entre 150 y 180 pesos. Respecto a su horario de escuela, dice que es mixto, que acomoda sus horas de acuerdo con sus posibilidades.


“A través de este trabajo he aprendido a tolerar a las personas, sobre todo cuando andan de malas. Me han aventado hasta los coches sólo por preguntarles si quieren una limpiada”, dice Filiberto, al tiempo que alza sus hombros.


Grita las noticias para ganarse el pan




Nadia es madre soltera, cursó estudios profesionales en Biología y es voceadora. FOTO: Carlos Román Velasco

En el crucero que se conforma por la carretera internacional 190, avenida 16 de Septiembre y calle Jacarandas, Nadia Cid también se gana la vida a través de la venta de periódicos.


Ella también tiene el sueño de ser una profesionista. Una mala jugada de la vida le impidió terminar sus estudios profesionales como bióloga.


En su último año de estudios, diferentes circunstancias personales y académicas la obligaron a truncar su carrera sin la posibilidad de retomarlos; sin embargo, los conocimientos adquiridos no los olvida y los aprovecha para dar cursos en la materia, asesora en la elaboración de fertilizantes y hasta presume de conocer técnicas para ayudar a salvar el río Atoyac.


Nadia, de 30 años de edad, también es madre soltera. Además de luchar por llevar el sustento a su hogar, también hace lo posible por mantener el amor de su hija de 13 años, quien comenzó a rechazarla.


Aún no es mediodía, pero Nadia ya terminó la venta de periódicos desde hace varios minutos. Mientras descansa un rato para tomar fuerzas e irse al otro lado de la ciudad en bicicleta, comenta que gracias a este trabajo también pudo continuar con sus estudios.


Con los ingresos obtenidos en este trabajo, la joven mujer solventaba los gastos de su carrera.


Críticas y rechazos




Este padre de familia domina la limpieza de los parabrisas, pero también pinta casas. FOTO: Carlos Román Velasco

Esta labor también le trajo muchos rechazos y críticas de sus profesores, compañeros y familia. “Así como me ves, así me iba de volada a la escuela, no me daba tiempo de cambiarme”, refiere Nadia, quien viste de pantalones holgados, sudadera desteñida y con cabellos desarreglados.


Tras una jornada matutina, Nadia toma su bicicleta para dirigirse a la agencia de Montoya, donde afuera de una escuela vende peces.


“Con los dos empleos, ahí la llevo. Ya he trabajado en algo formal, es poco el sueldo y son muchas horas, casi 12 horas o más”.


Efrén coincide con sus compañeros de calle. Él, además de ser un experto limpiando parabrisas, es pintor de “brocha gorda”. “Cuando me sale una chamba de pintura, pues ya es un extra. Puedo ir sin problemas, son las bondades de este trabajo”, refiere el padre de familia.


La mañana transcurre y lo más pesado para estas personas no es lidiar con la intolerancia de los conductores,quienes han llegado a atropellarlos, sino con el intenso calor, los ardientes rayos del sol, que este año -consideran- es más fuerte que nunca.

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