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Con juego, enseña el Cobao a volar

Foto(s): Cortesía
Nadia Altamirano Díaz

Además de su acercamiento a la ciencia, el diseño de un juego aerodinámico de uso didáctico hizo que los estudiantes del Colegio de Bachilleres del Estado de Oaxaca (COBAO), Antonio Pérez Luis y Marco Aquino Gallegos, comprobaran de manera temprana el desinterés de las autoridades por impulsar una cultura científica.


“Hace falta inversión para que exista una cultura científica”, dice sin dudas Antonio, estudiante del sexto semestre en el plantel número 44 en San Antonio de la Cal que espera convertirse en ingeniero en física aplicada en la Universidad Tecnológica de la Mixteca.


Cultura científica, sin fomento


Si en México, incluyendo Oaxaca, existiera un verdadero fomento a la ciencia, su acercamiento personal con ese mundo que le hace entender cómo y por qué vuelan los aviones, hubiera sido desde la primaria.


Si Antonio y Marco fueron “tocados” por la ciencia fue por un proyecto escolar que iniciaron hace año y medio de la mano de su asesor Gabriel Anaya Castro.


Para Marco, el motivo de su proyecto “es un poco romántico”, surgió de mirar el despegue del vuelo comercial que a las 6:55 de cada mañana, cuando caminaban del Fraccionamiento El Rosario a San Antonio de la Cal miraban antes de llegar a su plantel.


“Tengo una afición por los aviones, siempre me detengo a ver cómo vuelan y la primera pregunta de mi proyecto fue cuál es el fundamento físico para saber por qué lo hacen”, relata Marco.



Marco quiere convertirse en ingeniero en aeronáutica o en mecatrónica. FOTO: Emilio Morales

Ese camino a la respuesta implicó construir más de 200 aviones, primero de papel y despues de madera balsa, el cual les ha permitido, junto con una ballesta, comprobar preceptos físicos como la tercera Ley de Newton o el teorema de Bernoulli.


Primero empezaron a lanzar los aviones con la mano, pero se les dificultaba verificar el vector; así terminaron construyendo una ballesta en forma de T con una longitud de un metro que empotraron en tripie de una bocina que adaptaron como base.


A competir


Con ese proyecto en 2017 empezaron a concursar en ferias de ciencia regionales y estatales, incluyendo el concurso Nacional de Aparatos y Experimentos de Física convocado por la Sociedad Mexicana de Física, en la categoría de experimento.


La falta de resultados en ese certamen no los desanimó, su proyecto mutó y se convirtió en un juego didáctico, el “A360 Navegador Aéreo”, en alusión a la vuelta de 360 grados que logran con los aviones, además de trayectorias lineales o de estrellamiento.


Ello implicó el diseño y el armado de la caja de cartón, los tres aviones, un dispositivo lanzador hecho de tubo de pvc y un contenedor de plastilinas que se colocan en la punta del avión como masas para centro de gravedad.


También cuenta con un clinómetro para calcular el ángulo de inclinación y un dvd o manual de usuario con cuatro videos en el que explican por qué vuela un avión, cómo construir un avión de madera balsa, un dispositivo lanzador y las trayectorias.


Ambos han perdido la cuenta de lo que han invertido, pero Marco sí tiene claro que hacer ciencia se complejiza por “la falta de atención que a veces existe por parte de autoridades y secretarías”.


Ambos se preparan para participar en octubre pŕoximo en la Feria Nacional de Clubes de Ciencia a realizarse en Montevideo, Uruguay, y demostrar que la investigación es también una carrera de sortear obstáculos.

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