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Carpintero de la calle... Aumenta la pobreza en Oaxaca

Foto(s): Cortesía
Redacción

Durante 15 años, Efraín ha vivido rodeado de madera; su olor, textura y forma le han dado sustento, tranquilidad y la posibilidad de desarrollar las habilidades que tiene.


Él es carpintero, pero no tiene un local en dónde ofrecer sus productos. Efraín vende en la calle, bajo un puente peatonal, frente a una sucursal de una cadena de tiendas que sobresale por el color amarillo, en Santa Rosa Panzacola.


Siete de cada 10 oaxaqueños son pobres


Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) del año 2015, de los 3 millones 967 mil 889 habitantes del estado de Oaxaca, el 67 por ciento de la población total vive en la pobreza.


En 2015 y con datos del INEGI, el PIB (Producto Interno Bruto) per cápita fue de 54 mil 34 pesos, penúltimo a nivel nacional, sólo por arriba del estado de Chiapas. Muy lejos de la media nacional que es de 114 mil 919 pesos y a una eternidad de Campeche, que con 628 mil 311 pesos, es el número uno del país.


Escolaridad

11.8 no tienen ningún grado de escolaridad, de cada 100 personas de 15 años o más en Oaxaca

58.6 de oaxaqueños no tienen la educación básica terminada

11.6 de oaxaqueños concluyó la educación superior


 


Efraín no sabe cuánto gana al mes, nunca ha sacado sus cuentas; “a veces vendo tres muebles en un día”. Cuando eso pasa, va a su casa para renovar su inventario, pero pueden pasar días hasta que vuelva a vender.


Ha tenido malas rachas, en las cuales no vende productos en varias jornadas; “entonces no hay ni para comer”. Destaca que vive al día; él, su esposa y sus dos hijos necesitan 200 pesos diarios para la alimentación.


La escuela, un sueño


Efraín tiene 40 años de edad, sólo estudió hasta el segundo grado de primaria, a duras penas sabe leer, pero en las matemáticas “no estoy tan mal”.


Los trazos y los ángulos a simple vista son perfectos;“conozco las tablas de multiplicar del uno al nueve muy bien, los centímetros, los grados y los milímetros son parte de mi vida”.


En Oaxaca, el grado promedio de escolaridad de la población de 15 años y más, es de 7.5, lo que equivale a poco más de primer año de secundaria; Efraín está muy lejos de esa estadística.


El INEGI destaca que de cada 100 personas de 15 años o más en el estado, 11.8 no tienen ningún grado de escolaridad, 58.6 no tienen la educación básica terminada y apenas 11.6 concluyó la educación superior.


Los padres de Efraín no lo mandaron a la escuela, "ellos eran muy pobres y es por eso no estudié".


No es experto en ventas, pero siempre está atento con los clientes. Su sonrisa y sus palabras mandan un mensaje de amabilidad.


Los más pobres, sus clientes



No sabe cuánto gana al mes, pues nunca ha "sacado las cuentas". FOTO: Miguel Maya

Lleva ocho años vendiendo sus productos en la calle. No cuenta con un permiso; "tenía, pero hace varios años y ya no me lo han renovado"; una conocida organización, por cierto, con muy mala reputación, lo avala para que los inspectores no lo corran.


Efraín destaca que si tuviera un establecimiento se vería forzado a vender sus productos a un precio más alto; lo que la gente busca es ahorrar, “aquí es más barato que en cualquier tienda”.


Oaxaca ocupa el último lugar en el país con trabajadores informales, con el 81.5 por ciento de los empleos registrados; en el otro extremo de la gráfica se encuentra Nuevo León, con el 34.2 por ciento.


En cuanto al poder adquisitivo, el panorama para los oaxaqueños es desolador, pues según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en el primer trimestre del 2017, el poder adquisitivo de los oaxaqueños cayó 3.6 por ciento.


Las tiendas venden bonito, pero...



Sus muebles son rústicos, pero resistentes. FOTO: Miguel Maya

Para Efraín, los muebles que venden en las tiendas que se ubican justo detrás de él, son muy bonitos, barnizados, con colores llamativos, pero la calidad deja mucho qué desear.


Sus productos son rústicos y fuertes, además de baratos; "la gente dice 'yo no quiero lujos, yo quiero algo resistente' y se vienen para acá. Ellos no son competencia, para todos sale el sol".


La confianza del cliente


Efraín llegó a trabajar muy temprano; el día era tranquilo, las personas pasaban sin siquiera verlo.


Más de un taxi colectivo pasó a escasos centímetros de sus muebles; "todo normal", pensó.


Una joven se acercó curiosa, observó los muebles; Efraín, sin titubear, la abordó y le ofreció sus productos. No tuvo que insistir mucho.


Ni siquiera pidió rebaja.


—Quiero una base de cama matrimonial, una individual, un ropero y una mesa— dijo la joven.


Efraín fue feliz por un momento: había hecho una gran venta.


—¿Cuánto es?— preguntó la joven.


—6 mil 500 pesos— respondió él.


Después de recibir el dinero, se dispuso a subir los muebles a un alquiler para entregarlos.


La muchacha lo detuvo y le dijo que se los llevara mañana.


—¿Y si no se los llevo?— preguntó Efraín.


—Eso ya queda en ti— dijo la clienta.


Al siguiente día muy temprano, Efraín llevó los muebles a la dirección indicada; la joven no estaba.


—Mi hija no está y yo no sé nada, así que no se los puedo recibir— insistía la madre de la clienta.


Efraín le habló a la joven, quien calmadamente le dijo que se llevara los muebles, que en unos días ella pasaba por ellos.


Y así fue. Pasaron tres días y la confiada clienta al fin pasó por sus muebles.

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