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José Saramago: un viaje hecho de palabras

novelista_jose_saramago
Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

“El viaje no termina jamás. Solo los viajeros terminan”.

José Saramago (1922-2010) dejó huella en la literatura contemporánea con un estilo único y un profundo análisis de la condición humana. A lo largo de su carrera, exploró desde su original perspectiva los temas universales, incluyendo por supuesto, la muerte. Al respecto, Saramago dejó entrever una visión singular, impregnada con profundos valores éticos.

La infancia de José Saramago fue marcada por la dictadura de Salazar, un economista de derecha que gobernó Portugal manteniendo a raya el déficit presupuestal con una combinación de austeridad y mano dura. Lo anterior moldeó su perspectiva y su compromiso con la justicia. El autor solía declararse a sí mismo como un “comunista hormonal”.

Saramago comenzó muy joven su carrera literaria como periodista y traductor, a la par que desempeñaba oficios ajenos al ámbito literario. Fue hasta la década de 1980 cuando ganó reconocimiento internacional como escritor, después de veinte años de silencio autoimpuesto: “Sencillamente no tenía algo que decir y cuando no se tiene algo que decir, lo mejor es callar”.

 

Estilo literario

Aquellos años debieron servir para consolidar el estilo literario que después lo caracterizó: una prosa distintiva que se asemeja a una corriente de pensamiento continua y sin puntuación tradicional. Lo anterior desafiaba las convenciones, obligando al lector a sumergirse en el flujo de conciencia de la voz narrativa. Además, Saramago era conocido por su aguda crítica social y política, y su habilidad para mezclar la realidad con elementos fantásticos.

Para Saramago, ateo confeso, no hay perspectiva de un más allá de la muerte física. En su decir, solo los que han experimentado la muerte pueden saber cómo es entrar en la nada y disolverse en ella. Así que el autor se dedica a retratar la lucha desesperada de los personajes por sobrevivir en un entorno caótico y hostil, explorando las complejidades de la condición humana y la capacidad de resistencia en situaciones extremas. A través de sus historias, Saramago cuestiona las normas sociales y morales, y pone de manifiesto la fragilidad de la civilización ante un desastre potencial, como es el caso de "Ensayo sobre la ceguera" (1995).

Esta ausencia de fe religiosa no fue obstáculo para que el portugués apreciara la bondad y alzara la voz en pro de distintas causas sociales, pues le indignaban el hambre, la violencia y el deterioro ecológico.

En la carta titulada "La despedida de Jerónimo Melrinho" (2005), Saramago escribe:

“Soy nieto de un hombre que, al presentir que la muerte estaba a su espera en el hospital a donde lo llevaban, bajó al huerto y fue a despedirse de los árboles que había plantado y cuidado, llorando y abrazándose a cada uno de ellos, como si de un ser querido se tratara”.

Quizá recordando a su abuelo, tras recibir el Premio Nobel, Saramago hizo activismo ecológico suscribiendo una exigencia para todas las casas editoriales: “Todas las obras que pueda escribir en el futuro y todas las reediciones de las ya publicadas, serán impresas en papel aprobado por Greenpeace”.

 

"A través de sus historias, Saramago cuestiona las normas sociales y morales, y pone de manifiesto la fragilidad de la civilización ante un desastre potencial".

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