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Lecturas para la vida: Toro

Foto(s): Cortesía
Aleyda Ríos

Mónica Ortiz Sampablo/ Primera de dos partes

15 de septiembre de 2021// Rutilio era el hombre más corpulento del pueblo, nos gustaba invitarlo a las correrías vespertinas; aunque era grande se divertía como niño, se tiraba panza arriba y le gustaba que le hiciéramos "la plancha"; uno tras otro nos lanzábamos hasta cubrirlo completamente; él, con su cara roja como una cereza a punto de reventar, pedía clemencia muerto de risa. Otras veces nos cargaba, giraba sin parar y hacía "el borrachito"; arriba nos llenábamos de horror y gritábamos de histeria, pero ni bien nos bajaba, le rogábamos nos volviera a trepar en hombros.

El día que mi abuela y yo regresamos de las montañas, él estaba a la entrada del pueblo, se veía como un gigante de piedra, entre la neblina que inundaba el todo por esas fechas; corrí a abrazarlo, noté que en sus mejillas escurrían lágrimas y se enjugaba los mocos como si fuera un chamaquito. “¿Qué te pasó Ruti?” le dije y él con un hilo de voz me respondió: “Se me murió Toro”. Lo abracé, mi abuela nos alcanzó y se unió al abrazo, le acariciaba el cabello hirsuto y le dábamos palmaditas en la espalda. “Vamos a la casa a tomar un café”, dijo mi abuela; “hace bastante frío y no queremos que nadie se enferme”.

Rutilio no tenía más familia que Toro, se habían conocido en la fiesta grande de San Arcadio, uno de tantos pueblos aledaños al nuestro. En vísperas de la celebración mayor soltaban toros para que corretearan a los pobladores, quienes envalentonados portaban alguna prenda de color rojo para ponerle más emoción a la corretiza. Todos sabíamos la historia porque Ruti la contaba a cada rato; decía: “Toro y yo intercambiamos almas el día que nos conocimos, después de la tremenda cornada que me metió en los ijares, estuve varios días en la casa del doctorcito; cuando me pude parar, fui tras el desdichado toro para darle su merecido; lo anduve buscando por semanas, porque resulta que allá en San Arcadio me habían dicho que ya hasta se lo habían 'pepenado', que porque a todos los toros que sueltan en la víspera los hacen barbacoa, y que seguro hasta las tripitas ya se las habían 'escabechado'”. En esta parte siempre hacía una pausa para que a coro le insistiéramos que continuara con la historia; y luego de carcajearse nos ponía como condición que le trajéramos dulces para seguirnos contando.

Continuará el siguiente miércoles

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