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Policías, las otras víctimas de la refriega

Foto(s): Cortesía
Redacción

SANTA MARÍA COYOTEPEC.- “Pues cuando me dieron sólo sentí calientito; jamás pensé que me habían dado un balazo en la pierna. Todos corríamos en retirada, porque nos estaban tirando con armas; también ellos traían pistolas o rifles”.


Es el testimonio del Policía Estatal “A”, Lamberto Reyes Carrasco, desde su domicilio ubicado al sur de la capital. “Que ya paren esto, que ya lo paren. Nosotros no somos culpables, no somos enemigos, también somos pueblo”, dice al magisterio.


De acuerdo con el gobierno estatal, durante la refriega del pasado 19 de junio en Asunción Nochixtlán y después en el crucero de la agencia de Hacienda Blanca y el crucero a Trinidad de Viguera, resultaron lesionadas por cohetones y armas de fuego, 55 policías federales y estatales.


Lamberto Reyes fue uno de ellos. Dado de alta desde diciembre del 2010, está a punto de cumplir 10 años como integrante de la Banda de Guerra de la Secretaría de Seguridad Pública de Oaxaca.


Desde el sábado 18 por la noche les comunicaron que habría un operativo y que se alistaran; salieron en la madrugada del cuartel de la policía, en Santa María Coyotepec, hacia la sede de la Policía Federal ubicada en el entronque con la carretera federal 190 y la supercarretera 135D.


A eso de las seis de la mañana fueron alertados para salir ambas corporaciones en caravana. Después de las ocho arribaron cerca del primer bloqueo a la altura de Nochixtlán.


“Nuestros comandantes hablaron con la gente de manera amable, les dijeron que quitaran el bloqueo porque perjudicaban a la población en general. Nuestros jefes insistieron en el diálogo; ellos se hicieron a un lado pero luego se reagruparon cerca de la entrada de Nochixtlán y de repente comenzaron a ser agresivos”.


Así relata su experiencia el policía originario de San Juan Guichicovi, padre de cuatro hijos, dos ya casados; una adolescente y un joven aún en su casa, en el Istmo de Tehuantepec.


Muchas detonaciones


“No hicieron caso, tal vez sería como las 10 de la mañana y empezaron a aventar piedras, cohetes, de todo. Comenzamos a retroceder, para no caer en las provocaciones; corríamos cuando comenzaron las balas, se oyeron muchas detonaciones. De repente, sentí algo calientito en mi pierna; no me dolió, pensé que era un rozón”, narra.


En la casa sencilla donde vive, una colonia marginada de este municipio y cuadras atrás del cuartel estatal, se encuentra en recuperación, tras recibir un balazo en la pierna izquierda, que le atravesó el músculo y no provocó lesiones graves; en la otra pierna muestra lesiones causadas por la explosión de cohetes.


“Cuando se empezó a enfriar el cuerpo comencé a sentir dolor en la pierna; de repente vi que mi pantalón estaba roto y sangraba mucho. Había otros compañeros heridos de bala, los recogieron también; querían llevarnos en una camioneta pero no había paso.


“Un rato después tuvieron que traer un helicóptero para que nos trasladaran, porque ya no sentía nada. La verdad ellos sí traían armas; tiraron mucho en contra de nosotros”, expone.


Dice que le gusta su oficio y sabe de los riesgos. Antes fue soldado por 14 años y después elemento de seguridad privada. Su hija de 15 años llora por la agresión que sufrió.


“No se vale. Los maestros deben entender que nosotros somos también pueblo, nosotros obedecemos órdenes y jamás iríamos a tirar a matar; esa no era la orden. Ojalá que el gobierno ponga orden. Ojalá que los maestros le bajen, que le baje, nuestro Oaxaca no merece estar así”, termina.

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