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Esposa denuncia abuso de policías en Oaxaca

Foto(s): Cortesía
Nadia Altamirano Díaz

María “N” no termina de entender la razón por la que se llevaron detenido a su esposo Víctor “N”, en Asunción Nochixtlán, en la región de la Mixteca.


Lo que tiene claro es que los disparos, la fuerza utilizada y el miedo que generaron en toda su familia rebasaron los límites de lo permitido.


Era la mañana del pasado 19 de enero cuando hombres que después supo pertenecían a la Agencia Estatal de Investigaciones (AEI) entraron a su casa por la fuerza, sin una orden de cateo y disparando, sin reparar que adentro estaban menores de dos y seis años de edad.


La marca de la violencia


Ella peinaba a su hija de seis años para llevarla a la primaria. El hijo más pequeño de dos años dormía aún, su padre Víctor descansaba con él. Al escuchar golpes en la puerta de la azotea María despierta a Víctor para decirle que alguien quería entrar a la casa.


“Yo le digo que no, mujer, que probablemente son los vecinos que también se dedican a la construcción y que a lo mejor estaban subiendo su material a sus vehículos”, recuerda Víctor, a quien su esposa le insistió que subiera a la azotea.


Al asomarse, Víctor logró ver parte del cuerpo una persona vestida de negro y con un arma larga.


“Bajé, le dije a mi esposa que jalara a la niña, nos fuimos a la recamara y fui a la habitación contigua, donde tengo un arma registrada ante la Secretaría de la Defensa Nacional, porque creí que venían por alguien de nosotros, que nos iban a secuestrar; abrí el balcón y me empezaron a disparar, yo hice un disparo al terreno baldío, por inercia”, precisa Víctor.


María alcanzó a tomar su celular y aplastar el cuerpo de sus hijos sobre la cama. Los disparos comenzaron y llegaron hasta la cabecera.


Ambos hicieron varias llamadas hasta que pudieron hablar con el fiscal en jefe en Nochixtlán, quien le pide a Víctor que dejara de disparar porque la policía había llegado para ayudarlo.


Víctor aceptó salir con una mano en alto y el celular en la otra, pero los elementos ya habían forzado la puerta, lo esposaron y lo llevaron en la casa continua que ya habían cateado y donde había dos personas más esposadas


“Entraron, se llevaron a mi esposo, le pegaron en presencia de mis hijos, yo le dije a alguien, que parecía el jefe, que no lo hicieran”, las súplicas fueron en vano.


El robo


La violencia no paró ahí, “entraron a la casa, revolvieron todo, me robaron cuatro radios, las tabletas que son de mis hijos, unas memorias, el efectivo que tenía para pagar a los albañiles y un sinnúmero de cosas de valor”, lamenta María.


El hurto lo descubrió cuando volvió a su casa. Por esos hechos y el uso excesivo de la fuerza empiezan a tramitar las denuncias.


La mayor prueba de la inocencia de Víctor es la liberación que consiguió a las 48 horas de su detención que la juez que conoció de su caso confirmó fue ilegal.


Ambos buscarán una disculpa pública y la reparación del daño, pero sobre todo, no despejan un cúmulo de dudas.


“¿Por qué lo detuvieron? ¿Por qué entraron a mi casa si habían cateado el domicilio de a lado? Se supone que llevan personas preparadas y nosotros somos gente tranquila, que trabaja y no nos metemos con nadie”, afirman ambos.


La huella de los disparos en su casa, el terror que provocaron en sus dos menores hijos, la falta de una orden de cateo para su domicilio y los golpes que recibió su esposo le permiten saber ampliamente a qué se refiere el concepto de uso excesivo de la fuerza, una violación a sus derechos por la que apenas empiezan a exigir justicia.


 

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