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Lecturas para la vida: Esopo, un pequeño amigo

fabulas-esopo-coquito
Foto(s): Cortesía
Redacción

Alejandro José Ortiz Sampablo

Años atrás, en mi infancia, acompañaba a mi padre a su taller de hojalatería y pintura automotriz que se encontraba ubicado en San Felipe del Agua. Recuerdo que el arroyo se encontraba muy cerca y había árboles de zapote blanco, huajes, granada, hule, jacarandas, higo y nanche de campo. A determinada hora del día, en la calle, se veía pasar a don Mario Panteones, como le decían los vecinos, con sus vacas, bueyes y becerros, además de su inseparable perro.

Mi padre me pedía que lo ayudara en algunas cosas, como recoger y acomodar la herramienta o los bancos de madera. Estas actividades se convertían en una aventura y un reto. Yo era muy pequeño, creo que lo hacía más para mantenerme ocupado que por la ayuda que implicaba.

Por la tarde, en ocasiones, acompañaba a mi padre a unas reuniones que él tenía, en otras, prefería quedarme en el taller, ya que esos momentos de soledad implicaban la posibilidad de apaciguar la inmensa curiosidad que sentía sobre lo que guardaba mi padre con tanto recelo en la caja color vino, que en ese entonces rebasaba mi estatura, y se encontraba en un lugar privilegiado.

Así, encontré un libro que llamó mi atención y que, desde entonces, esperaba volver a quedarme solo para poder tomarlo de esa caja que guardaba tantos tesoros.

El domingo pasado que fui a casa de mi hermana entré a su biblioteca y me volví a encontrar a ese viejo amigo, que leía acompañado del Rayo, Nina, Chuncu y Huesitos, los cuatros guardianes del taller, quienes en ocasiones me asustaban cuando ladraban de improviso.

"Fábulas de Esopo" estaba ilustrado con animales que hablaban y contenía historias en las cuales, a quien obraba mal, le iba mal. En ese entonces me imaginaba que Esopo era un lugar mágico, creo que me resistí tanto a quebrantar esa ilusión infantil, que sólo pasado mucho tiempo supe que Esopo era un autor.

La vida siempre nos da enseñanzas, Esopo supo recogerlas y contarlas de manera fantástica. Muchas veces, las fábulas nos permiten observar los errores y sus consecuencias, pero en ocasiones esto no es suficiente porque nadie experimenta en cabeza ajena.


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