Pasar al contenido principal
x

Denarios: Elegía del silencio | Primera de dos partes

denarios2
Foto(s): Cortesía
Redacción

Petra

 

"Silencio, ¿dónde llevas

tu cristal empañado

de risas, de palabras

y sollozos del árbol?”

Federico García Lorca

 

Me siento en una de las bancas de cantera que están en la calle, afuera del templo de La Compañía de Jesús. Aquí se están celebrando las misas de tu novenario que inició ayer. Las últimas notas musicales del reloj de La Catedral se escuchan tristes. Los recuerdos llegan en tropel. 

No sé con precisión el momento en que el intercambio en las redes sociales entre nosotras se volvió cálido. Inició de manera circunstancial, con algún comentario por las controversias, sobre la situación política que se vive en el país. 

Recuerdo una de nuestras pláticas. Yo me encontraba en la Sierra y la señal telefónica no era buena, los vientos de febrero siempre la dañan.  Vi tu llamada cuando el tiempo mejoró, así que te marqué. Platicamos por más de una hora. Ahí fue que nos conocimos de manera franca. Supimos nuestros nombres completos, cuántos hijos teníamos y qué habíamos estudiado. Nos sorprendimos porque vivíamos a pocas cuadras una de la otra, tal vez nos cruzamos muchas veces y no lo supimos. Estudiamos en el mismo colegio, pero no nos conocimos porque fuimos de diferentes generaciones. Tu papá conoció al mío, otra gran sorpresa. 

Eras arquitecta. Me contaste sobre tu trabajo en la Reforma Agraria. Siempre te gustó mucho. Gracias a eso, conociste la geografía del estado y la situación de marginación y pobreza de las comunidades rurales. Habías recorrido parte de la Sierra Sur. Sabías de lo bonito que es el pueblo de mis padres, San José del Pacífico, porque habías estado ahí. 

También recuerdo claramente la anécdota que me contaste en una de nuestras charlas, cuando ayudaste a todas las trabajadoras de tu oficina. En esa ocasión, hubo un temblor de cierta intensidad, lo suficiente como para dejar atrapadas a tus compañeras. Además, afuera, varios contingentes del Istmo protestaban, así que las personas que trabajaban ahí contigo, no podían salir. Entonces, te enfrentaste al delegado que se oponía a que salieran de las oficinas y organizaste a todas tus compañeras: mujeres embarazadas, jóvenes, gente de tu edad, etcétera. A todas ellas las condujiste por el techo, para que saltaran hacia una refaccionaria ubicada al lado del edificio y así pudieran salir e ir a ver cómo estaban sus hijos. Siempre has sido muy empática, eso es lo que más me llamó la atención de ti, tu don para ayudar a la gente y tu arrojo.

En otra conversación, me dijiste que tenías un hijo viviendo en Alemania donde se casó, por eso tienes nietos alemanes, que habías estado ahí y que te gustó mucho. Platicábamos sobre la comida, otra afinidad. Te fascinaba París, entre las diferentes ciudades europeas que conocías. Me dijiste que eras muy afortunada, porque tus cuatro hijos son maravillosos, se te notaba muy orgullosa de ellos. Además, te acompañaban dos gatos y dos perros. 

Este fin de semana fui a mi pueblo. Ayer, lunes por la mañana, te mandé una foto del atardecer en la montaña. Quería compartir esa imagen contigo, pero contestó otra persona, alguien cercano, supongo. Escribió en el mensaje que el día anterior, a las once de la mañana, habías fallecido. 

(Continuará el sábado)

Noticias ¡Cerca de ti!

Conoce los servicios publicitarios que impulsarán tu marca a otro nivel.