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Consultorio del alma: cuenta conmigo, Un empuje incoercible y los engaños del Yo

Foto(s): Cortesía
Redacción

Por Alejandro José Ortiz Sampablo

Un par de días atrás, al tender las sábanas que había lavado, evoqué el ritmo de vida que he tenido a lo largo de mi existir. Como lo he contado en otras notas, fue a los 5 años cuando mi padre decidió que era momento de estar a su lado y ser educado por él. Si bien las cosas que me ponía a hacer en el taller eran más un distractor y representaban aprendizaje, se introyectó en mí un empuje al trabajo que, conforme crecí, se entretejió en un ideal, a tal punto que se normalizó.

Un momento de reflexión

Cuando normalizamos una conducta, perdemos la posibilidad de observar otros universos psíquicos, pero tengo la fortuna de dedicarme a la investigación del alma, lo que me ha permitido estar en una observación permanente. Minutos antes de tender las sábanas, me encontraba dispuesto a descansar, pues había sido un día agotador. Sin embargo, a las sábanas les faltaba el proceso de enjuagar, ya que utilizo una lavadora que me permite el reciclado de agua; dicho proceso lo tengo que hacer en conjunto con la máquina.

Por otro lado, de un tiempo a la fecha atiendo a jóvenes con la tendencia psíquica a dejar este mundo; lo digo de esta manera porque eventualmente esta tendencia muchos la confunden con la tendencia al suicidio. Es decir, muchos jóvenes manifiestan un desgano permanente, el cual se agudiza a tal punto que expresan no querer vivir, pues no hay nada que los anime. Esta conducta es de difícil comprensión, si la pretendemos analizar con los valores morales o con nuestra visión del mundo (del siglo pasado).

Las personas como yo, del siglo 20, resolvemos las exigencias de la vida prácticamente en automático. Sí, nos quejamos de que el tiempo no nos alcanza, creamos conflictos, pero mezclamos sin mayor dificultad trabajo, vida de pareja, social, actividades de la casa -o del hogar, como se dice-, sin detenernos a pensar el costo que tiene hoy la vida. Tenemos anhelos, sueños de amor, pero para nosotros deshacernos de las exigencias de la vida no es cosa sencilla. En esto último habrá que hacer una acotación, porque en el siglo pasado, después de los años 60, se comenzaron a reunir las circunstancias para que en la humanidad surgiera un relajamiento en las acciones que se deben emprender para hacer frente a las exigencias de la vida, y esto golpeó más fuerte en los seres cuya tendencia al placer y a evitar el displacer es mayor: los hombres. Hoy, son los jóvenes quienes empiezan a recibir la herencia de este relajamiento.

Nosotros, hombres y mujeres nacidos a finales del siglo pasado, perdimos la conciencia de lo que implica el aterrizaje en este mundo, las cosas básicas de habitar un hogar, desde el aseo personal y del lugar, de cada cosa y rincón; la preparación de los alimentos, las compras, el almacenamiento, cocinar, por mencionar algunas. Para quienes tuvimos hijos, en la mayoría de los casos, es como si se nos hubiese olvidado transmitirles dichas implicaciones de la vida; sin embargo, eso no impidió que la entidad psíquica de los jóvenes esté advertida de ello, solo que, a diferencia de nosotros, ellos no tienen la menor idea de cómo hacer las cosas, lo que se vuelve en extremo angustiante.

Continuará el lunes…

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