Pasar al contenido principal
x

La "Diosa" azteca que ordenaba sacrificios humanos en Tamaulipas

magdalena-solis
Foto(s): Cortesía
Alejandra López Martínez

Agencias

A finales de 1962 y principios de 1963, los hermanos Santos y Cayetano Hernández, un par de delincuentes de poca monta, idearon una estafa, que ellos creyeron era brillante y sería la solución a todos sus problemas económicos.

Formaron una secta que combinaba la mitología azteca e inca para estafar al apartado pueblo de La Yerbabuena, Tamaulipas, en la inhóspita Sierra Madre Oriental de México.

Los consanguíneos prometían a los habitantes de la zona serrana compartir con ellos los tesoros prehispánicos que, supuestamente había en las montañas.

Con esa mentira lograban que la gente les rindiera tributos económicos y favores sexuales.

A los pocos meses los vecinos comenzaron a protestar porque no veían cumplidas las promesas de los hermanos Hernández.

Entonces, los consanguíneos reclutaron en Monterrey a una prostituta llamada Magdalena Solís, quien provenía de una familia disfuncional y de bajos recursos.

Con la ayuda de estos estafadores, la mujer logró hacerse pasar por la reencarnación de la Diosa ‘Coatlicue’, que en la mitología azteca es la Diosa de la fertilidad, y con ello 'afianzó' todavía más las absurdas mentiras de los Hernández.

Al estar tan empoderada de su papel como "diosa", Magdalena mandó asesinar a dos opositores y, a partir de ese hecho, empezó una serie de sacrificios humanos y mutilaciones.

El surgimiento de la secta de la sangre

Todo comenzó en los últimos meses de 1962 en Tamaulipas, con los hermanos Santos y Cayetano Hernández. Idearon un plan maestro para estafar a una comunidad rural haciéndose pasar por sumos sacerdotes de una deidad antigua y prometiéndoles revelarles un tesoro a cambio de que la gente les diera sus posesiones.

Los Hernández eligieron la ranchería de La Yerbabuena, Tamaulipas, para llevar a cabo su estafa.

Llegaron como extraños al pueblo y delante de los 50 habitantes del pueblito afirmaron ser los emisarios de los dioses aztecas e incas y que, a cambio del pago de tributos, le entregarían los tesoros que estaban ocultos en las montañas desde hacía milenios y, a los que dudarán de su palabra, los castigarían de formas que sólo los dioses antiguos conocen.

La gran mayoría de los habitantes aceptó pagar tributo económico y sexual a los Hernández, quienes aceptaban hombres y mujeres por igual.

Así comenzaron una secta cuyos primeros pasos se dieron en las montañas que bordeaban el valle donde se ubica La Yerbabuena, limpiando las cuevas para convertirlas en templos de adoración.

Luego, Santos y Cayetano salían fuera del pueblo para comprar mariguana con el dinero que les daban y regresaban para compartirla con sus feligreses que, dóciles por la droga, participaban en las orgías que organizaban los hermanos.

Cuando alguien quería protestar, le ofrecían droga. Si alguien no estaba de acuerdo con tener sexo, ellos explicaban que era la única forma de mantener su cuerpo puro y limpio para los dioses, por eso entre más tuvieran sexo con los "hombres santos" era mejor.

Las cosas estuvieron bien para los estafadores por algún tiempo, pero los integrantes de la nueva secta se iban cansado de no tener la fortuna prometida, ni había señal de los dioses, ni nada.

La elección de la "diosa"

Temerosos de que su nuevo estilo de vida peligrara, Los Hernández escogieron a una adolescente para que fuera su “sacerdotisa”. La hacían bailar desnuda frente a todos y eso apaciguó las cosas un par de semanas más.

Al tercer mes los feligreses exigieron su fortuna, a lo que los estafadores contestaron que la sacerdotisa que habían elegido en el pueblo era impura y que irían en peregrinación en busca de una “deidad local” que había estado muerta por años.

En lugar de escapar victoriosos de La Yerbabuena y repetir la misma estafa en otro lado, los hermanos decidieron expandir la mentira un poco más sobre La Yerbabuena.

Los hermanos llegaron a Monterrey, Nuevo León, buscando prostitutas que les ayudaran a continuar con la farsa en La Yerbabuena.

Se cree que contactaron a por lo menos 14 mujeres, entre ellas a Magdalena Solís. Aunque no queda muy claro si llegaron a ella a través del hermano de ésta, que fungía como su proxeneta, o lo conocieron después.

Cuando los Hernández conocieron a esta prostituta de 16 años, Magdalena ya había sufrido bastante. Llevaba años siendo meretriz, creció en los círculos de la pobreza más recalcitrante de Monterrey y no parecía tener salida a ese estilo de vida.

La llegada de los Hernández y la oferta de convertirla en "diosa" debieron parecerle un verdadero milagro.

Existen versiones de que Magdalena solía “imaginar” con mundos fantásticos que le ayudaran a escapar de su dura realidad.

Aceptó participar en la estafa y partieron para Tamaulipas, donde se convertiría en la asesina más sangrienta de México.

Aparición de "Coaticlue"

En una de las cuevas que servían de adoratorio para los feligreses de La Yerbabuena, los hermanos Hernández anunciaron la reencarnación de la diosa madre Coatlicue, que era "azteca-inca".

En medio de una polvareda que fue provocada, Magdalena apareció disfrazada como diosa amorosa que prometió que las cosas cambiarían para el pueblo. Y así pasó.

Si a los Hernández les gustaba el sexo, a Magdalena la enloquecía. Exigía su tributo sexual con hombres y mujeres a todas horas, organizaba orgías a las que no se podía faltar. A los pocos días, los delirios de ser verdaderamente una "diosa" la poseyeron, en parte por la fe que le profesaban los yerbabueneños.

La droga, principalmente mariguana y peyote, corría por todo el pueblo y los Hernández estaban permanentemente drogados y Eleazar, el hermano de Magdalena, estaba satisfecho con la parte de sexo y droga que le tocaba.

Los sacrificios humanos

Magdalena Solís comenzó a mostrar delirios religiosos y sádicos, sus parejas sexuales eran cada vez más jóvenes y no había nadie que la detuviera, pues había tomado el mando de la secta, dejando que los Hernández se dedicaran sólo a gozar de los placeres.

Algunas semanas después de la llegada de Magdalena, un par de jóvenes de la comunidad, hartos de los abusos sexuales, externaron su deseo de salirse del culto de La Diosa.

Fueron llevados ante Magdalena quien, completamente intoxicada por las drogas, ordenó la muerte de los desertores. Esa misma tarde los lincharon.

La denuncia ante la Policía

La última noche del mes de mayo de 1963, un adolescente de 14 años, llamado Sebastián Guerrero, que vivía por la localidad, fue testigo de cómo los seguidores del culto bebían la sangre de la víctima en un éxtasis religioso.

En estado de shock el joven corrió veinticinco kilómetros hasta la estación de Policía que quedaba en Villagrán. Denunció ante las autoridades el hecho pronunciando repetidamente que se trataba de vampiros.

Los policías, viendo el estado de shock en el que se encontraba el joven, no le creyeron. Un agente de nombre Luis Martínez acompañó al joven de regreso a su hogar, pero antes fueron a la localidad de La Yerbabuena para que el muchacho le mostrara donde fue realizado el ritual. Ninguno fue visto con vida otra vez.

La desaparición del agente, hizo que la Policía tomara en serio la denuncia. Los hermanos Hernández y Magdalena fueron detenidos, juzgados y sentenciados a 50 años de prisión.2

Noticias ¡Cerca de ti!

Conoce los servicios publicitarios que impulsarán tu marca a otro nivel.