Simitrio Robles Ibáñez / Corresponsal
HEROICA CIUDAD DE TLAXIACO, Oaxaca.- Los habitantes de nuestros pueblos originarios sufren enfermedades que otras culturas nos han traído; los indígenas mexicanos somos una raza limpia, sin enfermedades, esto lo dice la historia y lo vivimos nuevamente con la pandemia por el coronavirus que no es nuestra y volvemos a hacer víctimas de los fatales contagios que llegan a nuestros pueblos triquis, lugares que no contaminan ni contagian a nadie y sin embargo vivimos la muerte que invade al planeta por otros pueblos y otras culturas, asegura Ester Sandoval Cruz.
Agrega que en los pueblos triquis como en San Andrés Chicahuaxtla, Putla, siempre es y ha sido una cultura de mucha tradición ancestral, poner las ofrendas, altares que por muy pequeños que estos sean, deben contener alimentos, bebidas, frutos de la temporada, el agua del cerro, un buen mole o caldo hecho de gallina criolla, así como añadir en la ofrenda los gustos que haya tenido el difunto o difunta en vida.
Explica que esta parte de nuestra vida no tiene por qué ser olvidada y menos rechazada, pues en el pueblo triqui, quien no pone la ofrenda está condenado a hacer sufrir a su familia y es que hace muchos años, dijo, una mujer no quería poner la ofrenda porque no quería hacer comida para el altar y menos quería arreglarlo; además, no quería llevar comida al pie del sepulcro de sus seres queridos, porque ahora ya se sentía una mujer moderna, que solo eran cosas inventadas porque no existía el regreso de las almas y decidió no poner ofrenda.
Recuerda que por la noche, mientras dormía, la mujer soñó que sus padres pasaban hambre mientras otras almas degustaban exquisitos platillos.
Por último, Trinidad Cruz López, originario de San Andrés Chicahuaxtla, menciona que en los pueblos triquis se colocan ofrendas para que no les haga falta el alimento sagrado de sus seres queridos, se llevan alimentos al pie del sepulcro y se comparten con quienes ya no tienen familia, se canta al pie del sepulcro y las almas gustosas se llevan el néctar de los alimentos que comparten con almas que han sido olvidadas.
