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Mi amigo Adolf Hitler

Foto(s): Cortesía
Agencia Reforma


CIUDAD DE MÉXICO.- Ungido por el propio Adolf Hitler, Pieter se convierte a los 7 años en el miembro más joven del ejército nazi y emprende el camino a la corrupción en medio de la Segunda Guerra Mundial, un camino empedrado de muerte, manipulación, venganza y traiciones.


Pieter o Pierrot es el personaje principal de la nueva novela del escritor irlandés John Boyne (Dublín, 1971), El niño en la cima de la montaña, que narra el horror nazi desde un contexto íntimo.


En esta historia editada por Salamandra y que comienza a circular en México, Boyne quiso adentrarse en el lavado de cerebro y mostrar lo fácil que resulta para una buena persona corromperse y dejarse llevar por acontecimientos que escapan a su control.


"Debo admitir que no leo mucha ficción para niños, pero me gusta escribir novelas con protagonistas de corta edad", dice Boyne. "Su inocencia y su ingenuidad son recursos útiles a la hora de exponer un escenario histórico familiar".


Esos recursos le permiten ver experiencias como el Holocausto o la guerra desde una perspectiva insólita e interesante, señala el autor del libro multipremiado El niño con el pijama de rayas.


Ambas historias se desarrollan durante la Segunda Guerra Mundial y tienen como personaje central a un niño; incluso, el autor las considera novelas complementarias; están ambientadas en la misma época y en la misma experiencia histórica, comparten temas y, con el título, establecen ciertas conexiones.


Sin embargo, a diferencia de la anterior, en la reciente novela el personaje no sólo conoce el conflicto entre alemanes y judíos, sino que es consciente de su posición privilegiada como protegido de Hitler, participa activamente y desea verse tan aterrador como los militares nazis, para que nadie se atreva a pisotearlo.


La vida de Pierrot cambia por completo tras la muerte de sus padres, debe dejar atrás París, su historia personal, sus amigos, su idioma y hasta su nombre para ir a vivir con el único pariente que le queda, su tía Beatrix, el ama de llaves del Berghof, la residencia de Hitler en los Alpes de Baviera.


En su nuevo hogar, se convierte en Pieter, quien se deja envolver por las ideas del nazismo y la supremacía racial. Hitler lo acoge en sus filas y el pequeño hará todo por complacerlo, sin importar las consecuencias de sus actos. Traiciona a amigos, compañeros y hasta a Beatrix con tal de hacer méritos con el Führer.


Pieter pasa de ser un tierno niño a un adolescente embelesado por el poder y orgulloso de las ventajas de su cercanía con Hitler. El poder corrompe su alma a pesar de su corta edad y lo lleva a participar, indirectamente, en hechos sangrientos.


Pero, tras la caída de Hitler, Pieter también lo pierde todo de nuevo. Ya no es francés, ni alemán. No tiene hogar, ni familia, ni a Hitler. Sólo le queda la culpa.


El otro Hitler


"Cuando miramos hacia la Alemania de finales de los años 30 hasta mediados de los 40, vemos una nación que prescindió de su humanidad bajo el liderazgo de un solo hombre, Adolf Hitler", expresa Boyne.


"Que haya ocurrido algo así es extraordinario y, mediante el personaje de Pierrot, trato de comprender qué pudo haber llevado a la gente a hacerlo".


Boyne imagina lados desconocidos de Hitler, no el dictador, sino el hombre común en su espacio íntimo. Incluso, hay momentos en la novela en los que Hitler se describe como "demasiado compasivo" y, refiriéndose a su perra Blondi, expresa su preferencia por "las razas puras". También es descrito por sus allegados como un hombre con caridad cristiana.


Esas frases, en el consabido contexto histórico, suenan profundamente irónicas.


"No quería que el personaje de Hitler fuera el lunático gritón que vemos en los documentales y en las películas. Quería a un hombre más en paz consigo mismo en su cima de la montaña", explica Boyne.


"Para el lector, consciente de todas las maldades que está perpetrando ese hombre, eso vuelve más escalofriante al personaje. Existe la preocupación constante por cuándo lanzará una dentellada -como en efecto lo hace un par de veces en el libro-, o por cuándo asomará su verdadera naturaleza".


A Pieter, Hitler le recuerda a su padre, por la forma en la que habla de Alemania, de su pasado y su futuro.


"Nuestro Partido Nacionalsocialista está promoviendo la causa de nuestro país a paso de gigante. Es mi destino conducir a Alemania a grandes logros en el mundo entero, y te aseguro que así será a su debido tiempo", dice Hitler a su pupilo.


Para Boyne, es difícil culpar de todo a Pierrot, un huérfano que termina siendo un instrumento de las circunstancias al vivir en Berghof.


"Eso conlleva que se corrompa más fácilmente, pero también es responsable de sus actos, como lo somos todos", explica. "A medida que la novela avanza, es demasiado simple sugerir que es inocente, pues se hace mayor y debería ser consciente de las cosas que hace".


Novelista e historiador


Una de las grandes pasiones de John Boyne es la Historia, por lo que varias de sus novelas se desarrollan en el pasado, llevan al lector a las Guerras Mundiales o a la Rusia zarista.


Desde la adolescencia, le han atraído los relatos bélicos; en especial, el rol de los niños, el efecto de la guerra en ellos y el papel que juegan en un conflicto. Eso nunca cambia, afirma.


Además, disfruta la labor de documentación, dentro o fuera de los libros, y, sobre todo, el proceso de escritura, porque confía en que un escritor debe dejar a un lado todo eso y crear simplemente el relato a partir de su imaginación.


"Para El niño en la cima de la montaña, visité el Berghof y leí mucho sobre las temporadas que Hitler pasó allí durante la guerra. También me documenté sobre el lavado de cerebro y leí a profundidad sobre las Juventudes Hitlerianas. En el pasado, ya había investigado la guerra exhaustivamente, de modo que pude utilizar gran parte de esa información".


En el caso de El niño con el pijama de rayas, Boyne visitó a posteriori Auschwitz, el campo de concentración retratado en su novela desde la mirada inocente de personajes infantiles.


"Fue una experiencia muy emotiva y perturbadora, pero también muy personal. No cambió mi perspectiva sobre mi novela, pero sí tuvo un impacto emocional en mí", expresa.


Lo que más le sorprendió fue que estuviera todo tan bien cuidado, con el césped impecable y los árboles bien podados.


"Hacía que costara imaginar todas las cosas espantosas que habían ocurrido allí. Pero uno también está rodeado de gente terriblemente dolida por todo eso, lo que deja una huella muy profunda en el alma".


La Segunda Guerra Mundial tuvo un gran impacto, especialmente en la comunidad judía, cicatrices que no se han borrado del todo, pero Boyne asegura que sus novelas han generado reacciones positivas en general.


"He visitado en todo el mundo un montón de centros de la comunidad judía y museos en memoria del Holocausto para hablar sobre mi obra, y la reacción suele ser buena", señala.


"Creo que todos están de acuerdo en que mantener vivas las historias es positivo, y en que nunca debemos dejar de recordar a la gente que murió. Cuantos más libros se escriban sobre el tema, mejor".


El irlandés ha escrito una docena de novelas, en las que aborda temas como la guerra, la pérdida, el abandono o las diferencias; hasta ahora la más famosa es El niño con el pijama de rayas, con la que obtuvo el Irish Book Award, en 2007; vendió más de 5 millones de ejemplares, fue traducida a más de 40 idiomas y llegó a un público masivo gracias a la versión cinematográfica.


Boyne asegura que su mayor deseo, como autor, es que sus libros sean capaces de emocionar a la gente.


"Mi única ambición es escribir libros que la gente lea y que siga leyendo cuando yo haya muerto. Las mejores novelas perduran por siglos, y todos los escritores quieren eso para su obra", concluye.

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