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La conjura de los necios

Foto(s): Cortesía
Redacción

Imagino este dramático diálogo entre Walter Percy, prestigioso catedrático y autor literario, y Thelma Toole, una mujer desconocida para él pero, pero que lo busca insistentemente:

 

-Tiene que leer esto.

 

 

-¿Qué es?

 

 

-Una novela.

 

 

-¿Usted la escribió?

 

 

-No, mi hijo. Él murió hace 7 años.

 

 

-¿Y por qué tengo que leerla?

 

 

-Porque es una novela extraordinaria.

 

 

Percy sabe que no son pocas las personas que cargan con sus manuscritos pensando que son obras maestras. El autor se encuentra acorralado, pero con muchas ganas de quitarse de encima a la persona que le ha estado llamando por teléfono desde hace varios meses para que lea un libro “bastante grande”. Ahora, de alguna forma, la mujer está frente a él, así que decide echar un vistazo a la carpeta. No se trata, por supuesto, de una bonita impresión digital sobre impecables hojas blancas, sino de una copia al carbón, apenas legible, que le mancha los dedos. El libro en cuestión es "La conjura de los necios" de John Kennedy Toole.

 

 

La novela tiene por protagonista a Ignatius, un hombre que vive con su madre en los suburbios de la ciudad de Nueva Orleans. Él se dedica a escapar del trabajo, hasta donde es posible, y  a despotricar, en varios cuadernos de notas, en contra de todas las abominaciones humanas que le rodean, o sea, contra casi todo el mundo: “jugadores, prostitutas, exhibicionistas, anticristos, alcohólicos, sodomitas, drogadictos, fetichistas, onanistas, pornógrafos, estafadores, mujerzuelas, gente que tira basura, lesbianas y corruptos”, entre otros.

 

 

Con los cuadernos, que va llenando mientras transcurre la acción de la novela, el protagonista piensa construir una obra maestra. Tan anacrónica es la visión del mundo que tiene este hombre, que guarda la ilusión de que este libro sea el motor que regrese al mundo a un estado donde reine la moral y el modo de vida medieval -un claro eco del Quijote-. Al mismo tiempo, Ignatius vive sus propias aventuras consistentes en comer desmesuradamente y en encontrar -y deshacerse- de una serie de empleos que no le satisfacen; aventuras que resultan hilarantes, disparatadas y muy divertidas. 

 

 

Volviendo al encuentro entre Thelma y Percy, era la enésima ocasión en que la novela caía en manos de un profesional de la literatura. Primero, el propio autor buscó afanosamente una editorial que acogiera su obra, pero en todas fue rechazada. Cuando parecía que Simon & Schuster le daría una oportunidad -y finalmente no-, John Kennedy Toole decidió terminar con su vida. La madre del escritor tomó la estafeta y se dedicó con una determinación aun mayor a buscar una editorial. Su implacable búsqueda la llevó hasta Percy que leyó la novela más de 10 años después de haber sido escrita.

 

 

Finalmente, "La conjura de los necios" fue publicada en 1980 por la Universidad Estatal de Lousiana, y en un hecho sin precedentes ganó en 1981 el premio Pulitzer que fue otorgado de manera póstuma a quien en vida se asumió como escritor fracasado. Aunque lo anterior pudiera verse como una historia de “éxito”, esta estrategia de publicación y prestigio literario no es para todos. John Kennedy Toole tenía una obra maestra bajo el brazo y una madre dispuesta a convertirse en uno de los más feroces agentes literarios de los que se tenga registro.

 

 

“Ahora, de alguna forma, la mujer está frente a él, así que decide echar un vistazo a la carpeta. No se trata, por supuesto, de una bonita impresión digital sobre impecables hojas blancas, sino de una copia al carbón, apenas legible, que le mancha los dedos”.

 

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