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La caída de Troya, un aniversario más

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

Un día como hoy (11 de junio) pero del año 1187 A. C., la ciudad de Troya cayó en manos de los aqueos, tras ser asediada durante 11 años; lo anterior, según los cálculos del multifacético sabio griego, Eratóstenes.

La ciudad de Troya ha cautivado la imaginación de innumerables generaciones, convirtiéndose en un lugar mítico que ha trascendido al tiempo y ha dado forma a nuestra comprensión de la historia antigua. Detrás del mito se esconde un complejo hecho histórico que ha sido objeto de intensas investigaciones y debates.

 

Causa de la guerra

La guerra de Troya, tal como la describe Homero en su poema épico, "La Ilíada", se libró entre los griegos, dirigidos por Agamenón, y los troyanos, dirigidos por el rey Príamo. La causa de la guerra, según el mito, fue el rapto de Helena, la esposa de Menelao, por Paris, un príncipe troyano.

Troya fue una antigua ciudad-estado que desempeñó un papel importante en el Mediterráneo de la Edad de Bronce. La ciudad amurallada se ubicaba en lo que ahora es la actual Turquía; no sabríamos exactamente dónde, a no ser porque en 1870, el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann, enfebrecido por el relato de Homero, se empeñó en excavar la colina de Hisarlik, descubriendo evidencia que respaldaba la existencia de la antigua ciudad. Esta excavación reveló múltiples capas de ocupación y una gran cantidad de artefactos, lo que proporcionó información invaluable sobre la cultura y el estilo de vida de las personas que vivían allí. Eso sí, del famoso caballo no se encontró rastro alguno, ni una sola astilla.

 

Mito de la ciudad

El mito de la caída de Troya (conocida también como Ilion) ha sido embellecido capturando la imaginación de los hombres a lo largo de los siglos, dando pie a las ya mencionadas obras de Homero —La Ilíada y La Odisea— con su correspondiente eco en la Eneida de Virgilio. Sin embargo, no solo artistas y poetas han hecho suyo el mito, sino también los hombres de ciencia.

Heinrich Schliemann creció fascinado por la historia de la Guerra de Troya en un tiempo en que los historiadores serios no la consideraban más que un mito, debido a que —al igual que la Atlántida— no había un solo vestigio de ella. Convertido ya en un exitoso comerciante, cuyos intereses lo llevaron de Sudamérica a Rusia, Schliemann dispuso parte de su fortuna para dedicarse a la arqueología. Fue a través de la lectura, un tanto candorosa, del poema homérico, que dio con el paradero de la mítica ciudad; con eso y con un poco de ayuda de su amigo Frank Calvert, quien ya había excavado por ahí cerca.

Mención aparte merece Eratóstenes de Cirene, astrónomo, matemático y geógrafo griego formado en la mismísima Academia de Atenas, a quien, 200 años antes de Cristo, se le atribuye haber calculado por primera vez el diámetro y la circunferencia de la tierra. Este sabio, también se interesó por el mito homérico, lo que le llevó a indagar por la fecha exacta de la caída de Troya, concluyendo en la fecha con la que iniciamos la nota.

A pesar de que las razones detrás de la Guerra de Troya pueden ser distintas a lo consignado por los relatos transmitidos a través de la mitología, la historia de aquella ciudad inmortalizada en la literatura y el arte, ha dejado una huella imborrable en nuestro patrimonio cultural.

 

"No solo artistas y poetas han hecho suyo el mito, sino también los hombres de ciencia".

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