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Navidad en el Hospital Civil de Oaxaca, entre angustias y enfermedades

Foto(s): Cortesía
Redacción

Oaxaca.- El grito es cotidiano. Cambia el nombre, cambia la enfermedad, pero no la angustia, no la aflicción: “¡Yadira Santos Sosa! ¡Yadira Santos Sosa! ¡Yadira Santos Sosa!…"


Es la voz de una enfermera en el patio de recepción, que busca al familiar de un paciente, para darle noticias, buenas o malas, en el Hospital General “Dr. Aurelio Valdivieso”.


Buenas noticias espera don Francisco, que por vivir cerca de la capital, no ha tenido que soportar la intemperie y espera que den de alta a su hijo mayor, que ingresó hace dos días por dolores intestinales.


“Se puso muy mal. En el centro de salud nos mandaron de inmediato para acá (al hospital) y se logró controlar. Gracias a Dios está bien, sólo esperamos que lo den de alta hoy (sábado) para pasar la Navidad juntos”, cuenta el hombre de huaraches y sombrero, de Santa Lucía del Camino.


Las historias se multiplican por doquier. La jardinera es una recámara multitudinaria, llena de cobijas, cartones, maderas. El patio se convierte en las noches en un gigantesco dormitorio al aire libre, para albergar a cientos, que esperan un diagnóstico positivo de su familiar.


“Estamos acá desde hace una semana. Nuestra hija dio a luz el lunes pero tuvo complicaciones. Hemos pasado las noches en vela, no podemos dormir por el frío, por la preocupación, por la angustia”, dice doña Eleonor, que viene de Miahuatlán.



 


El altruismo no falta. Por la calle Dr. Mario Pérez Ramírez, un solitario matrimonio abre la cajuela de su Dodge Patriot blanco. La soleada mañana se ilumina cuando comienzan a surtir dos tamales por plato y un atole.


“Lo hacemos de corazón, no pertenecemos a ninguna asociación religiosa o civil”, dice el matrimonio, que después traslada su vehículo al acceso principal del nosocomio más grande del estado, sobre la calle de Fuerza Aérea Mexicana.


Doble viaje realiza un hombre que dice llamarse Faustino Vásquez Ríos,


--Una caridad por el amor de Dios; una ayuda, mi padre de los cielos se lo va a agradecer. -Recita un encorvado sexagenario, que con un bote de plástico en una mano pide limosnas y con la otra mano carga un itacate con tamales.


--Mi papá le va a dar más, ¡es el mejor, el más hermoso!... regáleme una moneda por favor.


--A ver, a ver, ¿quieres comer? Acá está mira, te invito unos tamales, porque dinero para “chupirul”, no tengo. -Le devuelve un joven.


--Entréguele todo a Jesucristo, le va a ir bien, le va a ir bien. -Responde el anciano, con pantalones amplios y raídos.


“Tengo que pedir ayuda, porque ya no me aceptan en ningún lugar como trabajador. Trabajé en una carpintería donde me corrieron, en una papelería, en una zapatería; mi mamá tiene diabetes, está muy acabada; a mi papá le duelen las rodillas, los dos tienen más de 90 años”, platica quien dice tener su domicilio en San Juan Chapultepec.


Es la víspera de la Navidad en el Hospital Civil, entre aflicciones y esperanzas. Es la víspera de un día común para muchos cuyo único anhelo es la salud plena de su ser querido.

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