Por Alejandro José Ortiz Sampablo
En las últimas semanas he reflexionado sobre la experiencia de pérdida, tanto cuando se pierde el objeto de amor o cuando existe la amenaza de que en algún momento puede ya no estar.
Dos polaridadesEsta última situación puede convertirse en tormento para muchos individuos, pues llegan a sentir que son uno con su objeto de amor. Al parecer, esto es parte de lo esencial del amor, "no ser sin el otro".
En contraparte, en la actualidad, la postura que se privilegia cuando se realiza una sociedad mercantil o de otra índole es la de “ganar, ganar”. Sin embargo, en las relaciones amorosas, esto toma cada día un lugar preponderante. O por lo menos se intenta una equidad en el dar y recibir, tratando de imponerla como un deber ser y no como aquello que nos muestra la ausencia de tan preciado afecto. Algunos llegan hasta el capricho por conseguir aquello que el amado finalmente no entrega.
Para muchos seres humanos, la postura del "ganar, ganar", la convierten en filosofía de vida; lo curioso es que ella también ha acompañado a los individuos desde el origen de los tiempos, pues el narcisismo que llamamos primario es cimiento de la dinámica del alma. Ello se observa de manera ostentosa en algunos individuos que no toleran que los inoportunen.
Tres amoresPor otro lado, es en las relaciones amorosas que estas dos posturas se encuentran, donde el egoísmo propio del Yo llega a alcanzar niveles de expresión grotesca. Este amor lo podemos llamar narcisista, pues nace en el autoerotismo, en el cual el depositario de todo interés es el propio Yo; es por el aseguramiento de este amor que nace el amor de objeto, pues el Yo, al depositar tal energía a un objeto fuera de él, se debilita; de ahí la experiencia de necesidad del objeto y miedo a perderlo.
Del amor de objeto es donde surge la posibilidad del otro amor, le llaman "amor verdadero", que a juzgar por la fuerza narcisista del Yo, es un imposible, que algunos logran solo por instantes, para después retornar a un lugar seguro, pues ese amor implica una pérdida permanente.
Reflexión“Amor con amor se paga” tratándose del amar y ser amado, en todos los tiempos se ha pretendido una reciprocidad, en la cual el Yo intenta en esa grieta de este pensamiento mantener su egoísmo; en otras palabras, recibir de una u otra manera de vuelta aquello que entrega; tratando al amor como moneda de cambio y no como la libertad del otro de amarnos o no.
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