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EL LECTOR FURTIVO: La primera chamba de Octavio Paz

segunda-portada
Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

Octavio Paz nació en la Ciudad de México en 1914 —el 31 de marzo para ser más precisos— y creció en un ambiente intelectual y políticamente activo. Su abuelo, Ireneo Paz, era un liberal, crítico con la dictadura de Porfirio Díaz; y su padre, Octavio Paz Solórzano, era un abogado y periodista que se sumó a la rebelión zapatista y un buen día volvió para llevarse a su familia para Los Ángeles, California, donde formó parte de la representación zapatista que funcionó en aquella ciudad hasta la muerte del caudillo en 1919. 

Cuando leí "El laberinto de la soledad" por primera vez, lejos estaba de imaginar que su preocupación por la identidad trasnacional y particularmente su curiosidad  por la figura del pachuco, tenían raíces en su experiencia infantil como migrante, donde hubo de responder con golpes las agresiones que sufrió en Los Ángeles por no hablar inglés; pasando algo muy parecido a su vuelta a México, por “venir” de los Estados Unidos.

El joven Octavio encontró en la literatura la forma de encauzar intelectualmente ésta y otras problemáticas de su vida.

No es de extrañarse entonces que su carrera literaria comenzara a temprana edad; a los 16 años ya había creado una revista, "Barandal", en la que participaban también otros hijos de intelectuales, misma que había llamado la atención de los poetas conocidos como Los Contemporáneos. Tanto fue así que su primer poemario "Luna silvestre" en 1933, no podía venir mejor acompañado. Con este y con "Nocturnos" de Xavier Villaurrutia, se inauguraron los trabajos de Editorial Fábula, de Miguel N. Lira, quien lanzó ambos títulos como una suerte de libros gemelos en un tiraje reducido con ejemplares numerados.

De "Nocturnos", como era lógico, se publicaron varias notas y reseñas, mientras que de la plaquette de Paz se guardó un silencio absoluto. Hemos de suponer que el orgullo del futuro Premio Nobel se habrá resentido por la frialdad con que su primera obra fue recibida por los intelectuales mexicanos, a muchos de los cuales entregó el poemario de propia mano.

Se sabe que Paz se tomó la molestia de enviar ejemplares a varios escritores radicados en el extranjero o fuera de la ciudad de México. Algunos acusaron recibo, pero en las revistas y periódicos de la época no hay nada al respecto, ni una sola nota crítica, ni siquiera de sus colaboradores en "Barandal".

Uno podría esperar que los poemas de "Luna silvestre" aparecieran en "A la orilla del mundo" (1942) o "Libertad bajo palabra" (1949), pero no fue así. Paz en lo sucesivo borraría este título de su currículum y sencillamente hacía como que la virgen le hablaba cuando alguien se refería a éste; porque claro, su obra juvenil poco tenía que ver con "Piedra de sol", "Salamandra" y "Árbol adentro", obras a las que Paz debe su celebridad.

Efraín Huerta, quien colaboraría con él en la revista "Taller", declaró en 1965, tras mencionar haber olvidado la existencia del mismo: “Luna silvestre no es, no puede ser, […] el punto inicial de la obra de Octavio Paz”. Fiel a su estilo socarrón, Huerta agregó que “el librito contiene poemas de los cuales, nos figuramos, Paz está ya arrepentido o en vías de hacerlo”.

Para concluir hemos de celebrar que Paz no bajara los brazos ante este primer descalabro y continuara la trayectoria poética que le brindó buenos y sustanciosos frutos. De Paz como poeta e intelectual todavía hay mucho qué decir, con suerte lo haremos en otra ocasión.

 

“Para el mexicano, la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado”.

El laberinto de la soledad

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